José Omar Henry es un artista que produce una obra singular. José Omar Henry es una
persona singular. Sereno, pensante, muy intimista y muy pensante, es al
mismo tiempo una persona que vive a través de su piel, por su afectividad.
Como una estola que lo cubre imagino a su alrededor seres y cosas
fundamentales: su familia, silencio, la síntesis a la que adviene el que
sabe lo que hay que olvidar, la filosofía, la búsqueda de la verdad.
En una charla casual Omar comentó que estaba interesado en el Haiku. Esta
forma de expresión poética japonesa tiene la virtud de ser concisa, tener
una métrica rigurosa, con el poder no de decir, sino de evocar. El Haiku
resume de algún modo lo que Henry expresa con su obra. : lo mínimo , y lo
que no dice ni impone, sugiere. En aquella oportunidad Henry me dijo que
buscaba que su obra se acercara a la poética del Haiku. Lo ha encontrado.
Mínimos elementos, restringidos a los pocos actores en los que confía lo
que tiene que sugerir (no decir) este artista, tan cerebral y a la vez tan
inmensamente sensible. Si bien es esquivo a todo lo que sea taxativo, me
atrevo a elegir una palabra que pudiera describirlo: Verdad. Henry resulta
verdadero y todo en su vida personal y artística se distingue por esa
búsqueda de la verdad, subrayo la búsqueda, el camino. En lo artístico la
ha hallado.
Nos encontramos en la trastienda del taller que erigió sobre su propia casa
familiar. Allí hay buena parte de su obra, una suma de preguntas y
respuestas que encontró y engendraron nuevas preguntas, en el ejercicio
intelectual y artesanal y subrayo el artesanal, de pintar. Cuando digo
intelectual, no me refiero a quien piensa frente al lienzo, sino frente a
quien ha pensado y ha olvidado lo que pensó, a quien prefiere que la obra
haga pensar, a que sea el resultado de una idea.
Henry es un artista que vive ajeno a todo fasto, ajeno a la búsqueda de
toda notoriedad. Genuino, absolutamente genuino. Crítico de un arte que
transita tiempo de vanidades, en las antípodas del espectáculo, su obra se
labra - con el amor y la paciencia con la que un maestro jardinero cuida de
una gardenia - un mínimo núcleo de imágenes, perfectas, en el lugar
preciso, finas, con casi tiránico orden y estatismo de los primitivos
italianos. Sus espacios son metafísicos, como los de un De Chirico, un
Dumelnic, un Puente. Se oye el silencio en su pintura. Se vive la soledad
en su pintura. Crítico de una sociedad banal, crítico de un arte que
prioriza el final más que el camino, pergeñé unas preguntas con las que
quise acercar al lector al hombre singular, que es este artista uruguayo.