La entrevista con un artista es siempre una celebración. La elección que
hizo José Omar Henry para su museo imaginario, resume sin que hagan falta más
palabras, su obra toda, su vida toda: la profundidad de un Rembrandt de
última hora, cuando vencido dejaba tras de sí una obra que es uno de los
más grandes legados de la humanidad. Eligió también la vitalidad de quien
lejos de todo ostracismo o toda melancolía, está en el camino y seguirá en
el camino. Confío en que este encuentro en la trastienda permita al lector
encontrarse con el hombre que es el artista y que este ejercicio permita a
la vez, acercarse a su obra. Confío en que este encuentro en la trastienda
acerque al lector a esa mínima monumentalidad de la pintura de este
artista, oriundo de la ciudad de Minas, departamento de Lavalleja, Uruguay.
Siento la tentación de acercar el pensamiento de José Omar Henry al idealismo
platónico, porque busca - como la mano en el frío se acerca por instinto al
calor del fuego - dejar en su pintura la huella, el reflejo de la idea.
Pero para Platón la idea suprema es La Verdad, en Herny, más cerca de
Oriente que de Occidente, la idea suprema sería Una verdad, una, singular y
relativa.
Tal vez - y frente a José Omar Henry siempre cabe el "tal vez" - su pensamiento esté
igualmente cerca de la filosofía oriental, de quien emprende el camino,
gozando tanto como sufriendo ese transcurso, ajeno a lo que le aguarde en
el final.
Esa Verdad en la pintura de Omar Herny, se parece demasiado a la Belleza.