Macro Guttero. María Teresa Gramuglio | |
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La inauguración del Macro resultó una intensa experiencia espacial. En una
mañana de sol radiante y aire fresco, los enormes cilindros coloreados de
los silos, flanqueados por el más pequeño prisma elevado que forma el
recinto del museo propiamente dicho, se aparecían como la transposición
volumétrica de un Guttero. La mole competía en esplendor con el río y las
islas junto a las que se alza. Y el río y las islas la penetran a través de
las transparencias de las ventanas y el ascensor externo. Esta
magnificencia contrasta con el interior, formado por la superposición de
salas pequeñas, como si se tratara de la torre de cubos hecha por un niño,
pero austeras, blancas y despojadas como celdas monásticas. Se podrá dudar
de su funcionalidad para las obras de grandes dimensiones que son
frecuentes en el arte contemporáneo. Parecería más propicia para lo
conceptual y minimalista, en presentaciones cuya sintaxis difícilmente
admita despliegues ampulosos. La sala de los Fontana, la breve serie de
Kuitca, la caligrafía de Ferrari, el vibrante lienzo de Cambre, brindaron
una buena muestra de la diversidad de posibilidades que ofrece un espacio
cuya disposición es un verdadero desafío para la inteligencia y la
imaginación.
María Teresa Gramuglio
(CIUNR. Prof. de Literatura Europea II y de Literatura del Siglo XIX en la
UNR y en la UBA.)