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Este año se cumple el centenario de dos emblemáticos pintores argentinos,
Raúl Soldi y Antonio Berni. Imagino un correlato - tomo prestado el
concepto de Adriana Lauría, curadora de la muestra homenaje a Antonio Berni
en el MALBA - posible entre los dos y curo una muestra en la que se
confrontan, no sólo sus obras, sino su actitud frente a la vida y su lugar
en la plástica argentina.
Curando una muestra imaginaria
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Manifestación. Antonio Berni. 1934. Temple sobre arpillera
180 x 249.5 cm. Malba - Colección Costantini, Buenos Aires |
De un lado de la sala de este museo imaginario penden Juanitos y Ramonas,
los históricos "
Manifestación", "
Desocupados" y "
Chacareros",
"
Chelsea Hotel" y su
Difunta Correa. Vemos pinturas, grabados, pintura objeto,
instalación. Berni se nos muestra áureo, provocador. Su obra expresionista
- en el sentido amplio del término tal como lo define Luis Felipe Noé -
impresiona nuestros ojos, pero impresiona más nuestra conciencia. Nos
reclama. Nos señala. Antonio Berni nos representa en el mercado
internacional con obras que se inscriben entre las últimas tendencias del
siglo XX, son obras que desnudan el rostro de la marginalidad y las
exclusiones que impone una sociedad.
Del otro lado
Raúl Soldi. La quietud y el sosiego de las pinturas de este
trabajador silencioso que produjo -y hoy vende con el arbitrio de las
estrategias comerciales de Gutiérrez Zaldíbar- para otro tipo de mercado.
Sabemos que fue premiado y distinguido, que ocupó un sitial en la
Academia de Artes. Prestigio al que fue sordo. Soldi es el que nunca se permitió
una estridencia. Su obra como su vida se ajustó a los cánones del gusto
clásico, a una belleza regida por la armonía. En sus obras reina una
estética apacible en la que huelga el drama o la denuncia que distingue a
las de Berni. En la producción de Soldi se reúnen en concordia lo clásico
renovado con sólidos aires de los treintas, con aires informalistas luego,
que se hacen propios después.
Berni y Soldi, un correlato
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"El saludo". Raúl Soldi. 1957 Oleo sobre lienzo. 150 x 100 cm Colección privada |
Raúl Soldi -como Xul Solar, como Forner, como Spilimbergo y como tantos
artistas de la generación precedente y subsiguiente- llega al modernismo a
través de una formación de cuño europeo. Soldi -como Lola Mora en su
momento, como Emilio Pettoruti después, o más tarde Guillermo Roux-
estudió en una Italia más clásica que Francia, en la prestigiosa
Academia Brera de Milán. La misma Italia que luego despertaría al Futurismo,
vanguardia de vanguardias (desde el punto de vista de sus enunciados
teóricos) que influyó en los artistas de la península, que en Roma como en
Florencia, se hicieron eco de ese llamado del modernismo, contemporáneo del
Cubismo parisino. Como los artistas del treinta, Soldi contrapuso las
doctrinas clásicas a las novedades de vanguardia. Su obra anduvo a caballo
entre la belleza clásica y la fuerza del espíritu moderno fue un sello
distintivo de su obra.
Berni y Soldi en nuestra muestra imaginada, dos artistas argentinos
contemporáneos y que dejaron, cada cual a su manera, su estampa en la
historia del arte de los argentinos.
De un lado Berni, el artista emblemático de las pinturas Realistas
(realistas por su lenguaje artístico y Realistas por su anclaje en la
realidad social) que representan los jirones de nuestra sociedad. Del otro
lado Soldi, que hoy recordamos como el autor de las pinturas de la cúpula
del Teatro Colón, edificio emblemático de la cultura nacional.
Cotejemos las vidas y las actividades de los dos: ambos hicieron pintura
mural en paseos comerciales: Berni en las porteñas Galerías Pacífico, Soldi
en las Galerías Santa Fe. Berni proyectó el país al mundo cuando trajo a
casa el premio de grabado de la Bienal de Venecia. Soldi llevó sus murales
a Italia y pintó arte sacro en la mismísima Capilla de la Anunciación de
Nazareth. Ambos recibieron premios, de la vida, del público e
instituciones. Soldi fue laureado merecidamente con el premio Palanza a la
trayectoria de un artista y un Primer Premio del Salón Nacional, amén de
premios en el exterior que también reconoció su obra.
Dos formas diferentes de entender lo bello
Los dos artistas cumplieron un siglo de existencia. Un siglo es mucho
tiempo, pero el siglo XX parece mucho más que un siglo. Veloz, deglutió
ismo tras ismo. Ambos protagonizaron el ingreso a las vanguardias y
debieron abandonar los ropajes canónicos del arte con que llegaron a
Europa. Berni, más audaz que su colega, se permitió el lujo de ser moderno
y luego posmoderno, sumándose a las transvanguardias del arte que asomaban
ya antes de su temprana muerte en 1981.
Como Picasso, Berni, es un mutante, un "creador y destructor" que a cada
paso concibe una forma distinta de expresar su descontento, rescata a los
humildes y señala a su vez a los culpables de la marginación. La obra es
para Berni un ejercicio de militancia.
Como el Picasso clásico (pinturas y grabados inspirados en la mitología
griega, pinturas rosas y azules) Soldi es un creador de bellos mundos,
bellos seres, etéreas figuras de un universo con sonrisas, gracia, otra
forma de militante resistencia. Como aquel Picasso - que como él llegó al
arte siguiendo una tradición artística familiar - sus lienzos se pueblan
de bailarinas, saltimbanquis, niños, mujeres, ángeles, vírgenes y santos.
Dos cúpulas hermanas
Marc Chagall -el expresionista ruso y de algún modo precursor del
surrealismo, cuya figuración tiene bastantes puntos de contacto con las de
Raúl Soldi- recibió la difícil comisión del gobierno francés de renovar la
cúpula que cubría la sala de la Opera Garnier de París, monumento
historicista, valuarte del gusto clásico. Un encargo de la misma
envergadura y riesgo recibió Soldi a quien se lo comisionó para pintar la
cúpula de la sala del Teatro Colón. El pedido oficial, que realizó sin
cobrar un centavo más de su sueldo municipal como escenógrafo y que donó a
la Ciudad de Buenos Aires, lo puso en un lugar emblemático de la plástica
nacional. En aquel cielorraso de madera que cubre el interior del coliseo
porteño, las angélicas figuras del maestro se suman al histórico edificio
que lleva la firma de tres arquitectos: Tamburini (autor de la Casa de
Gobierno), Víctor Meano (autor del Congreso Nacional) y Jules Dormal. La
formal, pero al mismo tiempo moderna figuración de Soldi, irrumpe en la
sala con la voz del modernismo, como la pintura de su colega ruso lo hace
en la sala de la Opera de París.
Más correlatos posibles
De un lado de nuestra muestra imaginada, Antonio Berni, del otro lado de la
sala, Raúl Soldi. Y mientras el artista rosarino mostró su sensibilidad
social a través de los personajes de sus cuadros, Soldi igualmente sensible
a la voz de los humildes, se ofrece a pintar los lienzos que cubren los
muros de la capilla de Santa Ana de Glew, sin cobrar un solo piastre por la
monumental obra que legó. Veintitrés veranos le llevó culminar la pintura
de las naves, obra que realizó entre 1953 y 1976. Hoy vemos multiplicadas
esas pinturas en cerámicos de la estación Congreso del subterráneo
porteño, que le rinden homenaje y el proyecto de la Fundación Soldi es
llevarlos a más rincones de la ciudad.
Tanto a Berni como a Soldi les tocó protagonizar un siglo domeñado por la
abstracción y ambos se le impusieron con sus figuraciones de una estética
legible. Ni uno ni el otro, a diferencia del pope español, crearon un
personaje de sí mismos, y las vidas de ambos fueron lineales, ajenas a la
bohemia, tan cara a esa generación.
Si la obra de Berni transita de una forma de figuración a otra, la de Soldi
mudó muy poco con los años, de figuras sólidas a formas abiertas, de una
paleta a otra, pero sus seres permanecieron siempre encantadores, dóciles a
la mirada y al pincel, sobre el lienzo o sobre el muro.
Berni como Soldi vivieron del arte y para el arte.
El que esquivaba las "luces"
La comisión del Teatro Colón llega a Soldi durante los quince años que se
desempeñó en él como escenógrafo. La obra fue una tarea monumental por las
dimensiones de las pinturas y el artificio de tener que domeñar la
perspectiva - las pinturas se hicieron en el Teatro Municipal San Martín y
luego fueron pegadas en las tablas de la cúpula - y tarea monumental
también por lo que significaba intervenir el patrimonial coliseo que luce
un interior de inspiración francesa, con una obra moderna. La misma
gracia, la misma paleta, la misma concepción de la belleza es la que plasmó
en las pinturas murales de la capilla de esa pequeñísima localidad de
Buenos Aires, cerca de Burzaco y de Longchamps, que es Glew.
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"Los músicos". Raúl Soldi. 1956 Oleo sobre lienzo. 110 x 151 cm Colección privada |
Soldi tuvo un sitio en la Academia de Artes, pero por la cúpula del Colón
el gobierno municipal no le reconoció ni una butaca con su nombre, mientras
que las pintruas de Glew fueron hechas con el mismo desinterés por las
"luces" de la gloria o el cobro de un honorario. Pero los tiempos han
cambiado y "Soldi" (muerto el artista) es en la Argentina y en el mundo un
cheque al portador, su firma - más allá de la calidad de su obra -hoy es
representada por la Galería Zurbarán, más que hábil en el comercio de obra
de arte. Paradojas para la memoria de un artista que durante quince años
trabajó como escenógrafo por un magro salario. Es sabido que pintaba en su
taller en horas de la noche, sumando tiempo al tiempo para realizar su
obra, pero restando horas al sueño. Las pinturas de esos años están bañadas
de tono amarillento porque fueron hechas a la luz de la bombilla eléctrica,
en el único momento en que quedaba un respiro para su propio taller. Eran
años en los que valían poco y hoy valen fortunas. Hechos de la realidad,
eficacia del mercado de arte.
Dos artistas, dos ejemplos de cómo el arte puede seguir cursos y rumbos
diferentes y cómo pueden encontrarse, contemporáneos y centenarios, en un
mismo sitial como modelos de arte y de virtud. Dos identidades de país, el
conservador que replica mitos y tradiciones y el que se abre a la novedad
una y otra vez. Contradictorio perfil nacional replicado en la pintura de
dos artistas centenarios.