Tengo el privilegio de conocer personalmente a parte de uno de los Pueblos Indígenas de Argentina: el Pueblo Mapuche. Debido a esto me he acercado a una problemática que por más que nos interne en un terreno polémico,
no se puede dejar de discutir, al menos por quienes tenemos un interés y compromiso con ellos y que mantenemos un contacto basado en el respeto y consideración mutuos.
Es mi caso el de tantos investigadores en los cuales paralelamente al trabajo de campo, se van asimilando las problemáticas que rodean la cotidianeidad en las vidas de estos Pueblos.
Los cuestionamientos y el corpus metodológico, se van, entonces, readaptando (interiormente) y junto al rigor científico de los informes, se desarrollan toda una serie de conocimientos de una realidad que muchas veces no guarda exacta correspondencia con el imaginario del investigador.
Pero como él es el nexo entre estas culturas y el resto de la sociedad, es muy común la producción paralela de informes que dentro de un marco sociológico, enteren a quien no conoce las invaluables manifestaciones artísticas de nuestros pueblos originarios, de los pormenores de ciertos emprendimientos y voluntariosos intentos de ayuda al "hermano indio".
Esta temática es muy compleja y de ninguna manera abordable livianamente.
Este planteo me lo dispara una conversación que escuché en un programa radial de nuestra ciudad, en la cual una religiosa solicitaba todo tipo de ayuda para una escuela de la provincia de Neuquén, donde los alumnos que acuden son Mapuches. Conozco la Escuela en cuestión, ya que la zona donde está ubicada es justamente el centro de mi investigación con el Pueblo Mapuche de Junín de los Andes, como dije anteriormente. Y conozco también otra cara de la moneda. En este punto deseo dejar en claro que por sobre todas las cosas, respeto, admiro y me emociona el trabajo que la Iglesia Católica hace con tantos y tantos pobladores de nuestro país, y la labor en esas zonas tan duras, porque la Patagonia, a la par que hermosa, es durísima, sobre todo en los períodos invernales.
Y paralelamente tantas Instituciones que cubren con sus beneficios las necesidades básicas de estos "hijos de este país" que en muchos casos parecen abandonados por el Estado como hijos no deseados.
Quiero fundamentar mi opinión, en la estrecha relación que mantengo, y me honra,
con la primer fellow ASHOKA indígena de Argentina, Carmen Llanquín, Presidenta de la asociación no gubernamental
UNMAY (
amanecer)
y con quien hemos hablado largamente sobre este tema: cuando las voluntades de unos no son las voluntades de otros.
"
No me des el pescado, enseñame a pescar". Eso es lo que los pueblos indígenas nos dicen hoy en día.
Me preguntaba cuando escuché el pedido de material de lectura: les interesará a los niños Mapuches los libros y revistas y
todo lo que el rosarino común (o especial, da lo mismo) le envíe?
Cómo se sentirá el papá del niño Mapuche al cual le llegan contenidos que nada tienen que ver con su cultura,
con su educación, con su forma de vida? Adelanto la respuesta: se siente indigno. Se siente pobre, se siente despreciado.
Se preguntarán cómo puede sentirse así cuando la población de lugares tan lejanos los ayuda enviando su... colaboración.
Cómo nos sentiríamos nosotros si miles de japoneses nos enviaran sus Kimonos usados, libros en japonés, comida japonesa, etc., etc.?
Bueno, ya lo vivimos cuando los hermanos ¿de U.S.A. era? nos enviaron containers con colchones manchados con sangre, por los acontecimientos de 2001.
A dónde quiero llegar con todo esto? A que el asistencialismo es un analgésico para las culturas,
y se ha transformado en nuestro país en un veneno que va aniquilando lentamente a los pueblos indígenas.
Y el Arte? Si existe el llamado pidiendo ayuda para una población tan lejana, y la gente acude con la solidaridad inmediata que caracteriza al argentino,
cuánto mejor sería hacer llegar a esta gente el conocimiento sobre los Pueblos indígenas, pero no como los pobres indios necesitados, de piel cobriza,
pies sucios, mocosos y muertos de hambre, si no como gente exactamente igual a nosotros,
que tienen sobre todo una dignidad admirable a pesar de seguir sufriendo las consecuencias de siglos de despojo, maltrato,
discriminación e ignorancia absoluta de sus riquezas, y actitudes soberbias y avasallantes de muchos voluntarios que van en
"misiones" educadoras y no les interesa en lo mas mínimo la cultura impresionantemente rica de estos pueblos.
Y lo puedo decir porque lo he vivido. En mi primer viaje me hospedé en un albergue junto a una joven "evangelizadora".
Ella tiene lo que yo quisiera, la posibilidad de visitar al Pueblo Mapuche muy seguido,
pero la soberbia del blanco que cree que su educación es la única verdad, le impide ver la riqueza de ese pueblo al cual ella lleva "sus" costumbres
y la palabra de un Dios que para el Mapuche no tiene sentido.
Y lo digo pensando que Dios es el mismo para todos, y yo creo profundamente en El, pero sabemos que los pueblos indígenas
tuvieron y tienen que seguir sometiéndose por los que en nombre de ese Dios los aniquilaron y aniquilan como hombres y
como cultura. Insisto nuevamente, la ayuda es bienvenida desde donde sea, pero ya que estamos por qué no hacerla
desinteresadamente y antes que nada conociendo primero la realidad y necesidad del otro,
que no siempre es la que nosotros pensamos.
Por qué no se establecen vías de comercio entre estos pueblos y nuestros centros urbanos? Por ejemplo.
Estos Pueblos poseen una producción artística en piezas de madera, tejidos, instrumentos musicales, cuero y platería,
que son valiosísimos y apreciados por todo el mundo. La producción de piezas artísticas para muchos pueblos originarios
son actualmente sus principales fuentes de ingresos.
Lo podemos observar en Rosario. Allí es donde el Arte puede, una vez más, elevar las condiciones de vida y propiciar un avance en sus posiciones económicas.
Por qué no dejar que sean ellos quienes nos propongan las actitudes a seguir, por qué no escuchar "sus" necesidades y sus verdades?
Artículos que ancestralmente cumplían funciones de utilidad dentro de los quehaceres cotidianos, han pasado a ser piezas de adorno para el turista o para el interesado en estas culturas.
Imaginemos el valor emotivo de esos artículos que se siguen confeccionando con las técnicas ancestrales, pasadas de artesano a artesano, generaciones de indígenas viven en esas piezas.
El único secreto es el respeto por esos Pueblos que, vale la pena recordar, son los dueños indiscutidos de la tierra que hoy en día tienen que defender para tener nuevamente.
Ese es el camino, la consideración por ese otro que valora y celebra la pluriculturalidad.
Recordemos que en nuestra Constitución está declarado que Argentina es un país pluriétnico y pluricultural, y se reconoce la preexistencia de los pueblos indígenas. A buen entendedor...
Simplemente quiero terminar diciendo que el Arte, en este caso la Música, y un par de amigos, me dieron la posibilidad de conocer personalmente a un Pueblo que es absolutamente maravilloso.
Sus creencias, su respeto por los mayores, por los niños, por la vida, por la naturaleza, la consideración por el "otro", son extremos y verdaderos.
Nosotros tenemos tanto que aprender de los pueblos indígenas, que no hay ayuda material que reemplace al conocimiento de "sus" verdades, que no tienen por qué ser "nuestras" verdades, y que debiéramos escuchar.
Propongo entonces, desde mi lugar de ser humano, solamente, ser solidarios con estos pueblos, pero pensar si más que darles el pescado,
no debemos conocer su cultura, sus lenguas, sus costumbres, sus necesidades, que tal vez ni imaginamos cuáles son,
y tal vez no sean ni libros ni ropa, ni juguetes. Tal vez sea nada mas que respeto mutuo, y ver al "hermano indio" como un par, y no como un personaje de libro de escuela, con plumas, arcos y flechas.
Que por cierto ya no las usan.
Quien quiera oír...