Francisca Blázquez, la creadora del Dimensionalismo en 1998 ha evolucionado de manera notable
en su estructuración formal de la teoría. En los inicios el Dimensionalismo
de Francisca se basaba en la dinámica formal geométrica en la que la
artista avanzaba hacia un mundo interior de formas, que estaban suspendidas
en el espacio, o bien, mostraba ángulos inverosímiles, aspectos parciales o
fragmentarios de la propia dinámica compositiva. En la actualidad la obra
de la autora madrileña ha entrado de lleno en una dinámica en la que no
solo hay formas geométricas, sino que también coexisten naves espaciales,
planetas, mundos lejanos con formas poliédricas, cilindros, cuadrados,
triángulos y circunferencias. De la geometría a la conformación de mundos
complejos, que están en este y también en otras zonas remotas o no, dentro
de bucles espacio-temporales, inmersos en la dinámica del viaje continuo.
No hay fronteras, no existen límites, no hay cortapisas, todo es
conocimiento, evolución, desarrollo, evolución, dentro de un planteamiento
de viaje específicamente energético, en el que lo importante no es el
vislumbrar planteamientos externos, sino profundizar en prolegómenos
propios del interior de las cosas existentes. Del interior al exterior,
para descubrir que todo está en función de nuestra capacidad de ser. Plasma
mundos físicos y mundos espirituales, combinándolos de manera natural, dado
que, para la artista, ambos forman parte de un mismo complejo.
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Vida futurible. Francisca Blázquez. Dimensionalismo. |
No solo es una cuestión de creencias, sino que la creadora multidisciplinar
madrileña lo tiene claro, porque lo existente está sujeto a una evolución
permanente en todo momento, en el aspecto que hay una clara determinación
de cambio, enfocada hacia planteamientos en los que no se concibe lo uno
sin lo otro. El mundo del espíritu, las otras vidas, la reencarnación, la
creencia en el amor, la existencia del amor eterno, el conocimiento y el
amor a Dios y los profetas se unifica en composiciones caracterizadas por
su gran aportación poliédrica. Por ejemplo, una de sus últimas obras,
titulada 'Amor entre nubes', trata de dos vidas en el planeta tierra que se
quieren, representadas por dos triángulos equiláteros, uno verde y otro
amarillo unidos en una de sus puntas. Una peculiar forma de unión que
sugiere gran libertad de acción. De los triángulos se desprenden diversos
haces de energía que van hacia el cielo formando dos circunferencias
concéntricas en las que una energía difusa y bella de color azul en la
circunferencia de la izquierda y rojiza rosada en la de la derecha
escenifican que, cuando dos seres humanos se quieren, hay emisión de
energía positiva, que se junta, potencia y desarrolla hasta el infinito.
Todas nuestras acciones están marcadas por la energía, dado que transforma
la materia. Emitimos energía, desarrollamos y canalizamos efluvios
energéticos que, a la vez, influyen en otros seres humanos, en espacios y
escenarios diversos y en la propia naturaleza.
No hay nada superfluo, todo se muestra en un continuum en el que la
bipolaridad se convierte en multipolaridad. Francisca abstracta la idea del
amor y lo convierte en energía, de la misma forma que, cuando pinta los
cilindros de luz, muestra la fuerza de la determinación que es la luz
amarilla que significa la desintegración molecular para volver a integrarse
en una nueva dimensión.
Se suceden una detrás de otra, una gran diversidad de transformaciones,
porque la capacidad de viajar a través del espacio-tiempo parece irreal
para los seres humanos hoy, pero no excluye que en el pasado se hiciera o
lo hicieran otras civilizaciones o en el futuro se pueda hacer. De todas
formas los cilindros de luz son conformaciones geométricas iluminadas,
perfectamente dirigidas, fruto de la expresión energética de los deseos
dimensionales de cambiar de plano e instalarse en otras zonas del universo.
Pero, asimismo, dichos planos dimensionales son explicaciones espirituales
de como se canaliza la energía hacia determinadas configuraciones
universales.
La presencia de naves espaciales en entornos marcados por la existencia de
formas geométricas de gran formato supone explicar la posibilidad de viajar
a través del espacio con ingenios aeroespaciales construidos por el hombre,
por diferentes mundos construidos por éste, presentando ciudades del
futuro, o bien deseos de dar a conocer mundos avanzados, tecnológicamente
acentuados en los que lo fundamental es el movimiento, el dinamismo, la
fuerza con que se asientan creencias, evidencias, para lograr un cambio
superior, una transformación profunda, insertada en el más absoluto
interior de la conciencia. También, a través de sus mágicas naves
espaciales, viajamos a otros mundos donde se supone habitan los denominados
seres de luz, entidades lumínicas, pero reales, que ejercen su labor
esencial como entidades vivas, que se preocupan de garantizar la existencia
de la Gran Jerarquía Espiritual.
No hay verdad evidente, sino suma de verdades, energías que se encaminan
hacia la superación de momentos que se transmutan en otras energías que, a
su vez, viajan por el espacio.
No existen los compartimentos estancos, ni la pureza de las razas, ni los
entornos idílicos sin más. La estanqueidad es síntoma de pobreza, la
creencia en utopías falsas como la pureza de las razas o que determinada
religión es la única verdadera y que su Dios es el único son producto de
una civilización anclada en el siglo XX. Ahora, en el siglo XXI y venideros
todo está tan interconectado, que cualquier acción determinada, siempre
afecta y afectará a todo el conjunto de lo existente. Hay múltiples
mezclas, razas diversas que se enriquecen unas a otras, y ninguna es
superior. Los profetas son diferentes espejos que reflejan la misma luz de
Dios. Hay una obra de Francisca que lo ilustra perfectamente, dado que en
ella, aunque dentro de una lectura abstracta, se vislumbran pagodas,
iglesias, sinagogas y monumentos modernos de una espiritualidad ancestral.
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Francisca Blázquez. Estrella de luz. Dimensionalismo. |
El átomo, la molécula, la desintegración de la materia no son un fenómeno
aislado, sino que se hallan implicados en la propia dinámica de la
existencia. ¿Somos un todo o bien infinitas partículas, energías y espacios
que interactuamos de manera constante? ¿Dónde está el principio de la vida
y donde el final de la misma? ¿Existen vidas distintas de las nuestras?
¿Los planetas por descubrir poseen estructuras de vida diferentes de la
nuestra? ¿Sí es así por qué? Francisca viaja para darnos información. Su
viaje lo lleva a cabo a través de la imaginación, pero también de sus
visiones que le son dictadas desde el más allá, mostrando obras que son de
gran perfección técnica, que usan la tecnología para comunicarnos una nueva
dimensión espiritual que revolucionará el planeta. En este contexto
influyen las energías blancas, que están en conexión con los mensajes de
los principales profetas, creencias, ocultistas y practicantes de la
cábala. Y ello es así porque esas energías blancas se unifican en una gran
energía superior espiritual que se manifiesta a través de distintos
procedimientos.
La obra de Francisca es misteriosa, parece surgida de lo más recóndito del
firmamento, no obedece a ninguna consigna exterior, tampoco está inspirada
en la ciencia-ficción, -aunque pueda parecer que sí-, se aleja de
planteamientos estéticos puramente residuales, porque lo que de verdad le
importa es poder hallar la verdadera efervescencia del sentido más amplio
del amor espiritual. Su obra es el resultado de su gran capacidad de amar,
surgida de su concepto interior más profundo.