Se encontraba por allí, tranquilamente, disfrutando de no hacer nada,
cuando Francisco Buenapieza, sin más, la coge y coloca decididamente dentro
de aquel pentagrama. Y repite una y otra vez! Buenapieza la escribía y la
borraba casi con igual celeridad, y entonces volvía a escribirla una octava
superior, o inferior... Ante este panorama, intuyó que Buenapieza pretendía
hacer como Franz Schubert en su última sonata para piano, escrita hacia el
1828. En aquella partitura, la que más veces sale es ella. Claro, esta
escrita en SI BEMOL MAYOR! Aquéllo sí que es una magnífica obra.
- Sin embargo, ahora y en las manos de éste... en fin, de este inútil ya
veremos lo que ocurrirá... -pensaba- Y otra vez! Ya veo que este está
haciendo alguna cosilla en SI BEMOL!
Miró curioseando a su alrededor, y un tanto sorprendida observó que había
muchas colegas. Principalmente FA, su querida amiga FA, siempre tan
simpática y educada, y apoyando sin dudar sus teorías. Ah!, si también está
MI BEMOL. Por cierto, un poco tontita, pero tenia que reconocer que su
compañía le resulta reconfortante. Es cierto que a veces la ponía un tanto
nerviosa con sus cursilerías, y sus continuas atenciones, tan educaditas...
Ahora bien, sin ella se encontraba perdida, desamparada. Cierto que, más le
valía guardar con ella una buena relación, no se diese el caso que la
dejase plantada! Oh! Pero, si también está LA. Tenía que reconocer que era
su amorcito: siempre un poquitín por debajo suyo, y siempre remarcando (y
exagerando!) sus cualidades. Para ella, LA era tan y tan imprescindible!
- Bien, FA también es imprescindible -se dijo-, no sea que ahora se me enfade.
No sin cierta sorpresa, observó que este tal Buenapieza no lo hacía del
todo mal. A ver, no se podía comparar con Schubert, ni con Bruckner... Que
en su Quinta Sinfonía, también ella es la protagonista indiscutible,
interpretada por un sin fin de instrumentos; ella siempre quería contarlos,
pero nunca podía cumplir su deseo: tenía durante toda la obra tanto
trabajo! Justo al empezar, las violas la interpretaban, y después los
violines, y...
- Cierto que hay relevos, -nos cuenta toda orgullosa- siempre hay quien
quiere ocupar MI sitio, y sinceramente, yo se lo permito. También tendré
derecho a descansar, no?
Así pues, tenemos que Don Francisco Buenapieza no lo hacía del todo mal.
Bien es cierto, que era la duda personificada. La escribía en el
pentagrama, y la borraba casi al mismo momento; pero seguidamente, otra vez
la volvía a escribir (bien, a ella o a cualquier otra compañera), pero
otra vez, la goma arriba y abajo. De hecho SI BEMOL estaba absolutamente
harta de este buen hombre, ya que claro, al ser la nota que más veces
salía, era también la que más recibía. Sin embargo, tuvo que ir
reconociendo, que poco a poco (muy poco a poco!), aquello iba adquiriendo
un buen aspecto.
Pasaron las horas, los días, incluso semanas. Y llegó el día que Buenapieza
dejó de escribir. Ahora se miraba y volvía a mirar todos aquellos
pentagramas, de cerca, de lejos, de un lado y también del otro..., en fin,
como si de un cuadro pictórico se tratase. SI BEMOL -una nota, por cierto,
con mucha experiencia- reconoció aquella sensación, aquella vivencia, ya
sabía que es lo que ahora vendría. Comentó a sus amigas:
- No está del todo mal, no os parece?
- Psi -comenta FA- aunque no es que duremos mucho.
- Duramos unos seis minutos -calcula LA, rápidamente.
- Ja, ja -se ríe sarcásticamente nuestra protagonista-; y pensar que
Schubert, o Bruckner, con seis minutos no han terminado de exponer ni la
primera frase...
- Venga mujer -comenta ahora MI BEMOL- no compares, que es de mala educación...
SI BEMOL ya tenia en la punta del bemol un comentario ácido para su
amiguita cuando, ay!, Buenapieza agarra todos aquellos pentagramas, y
andando, al cajón! Y que pesadilla, pensaron todas las notas, otra vez
dentro de aquel cajón, siempre tan oscuro... SI BEMOL, todavía tuvo el tiempo
justo para apreciar que iban a aterrizar encima aquello que hacía ya
bastantes días había compuesto Carmencita Notabienpuesta. También allí,
ella, SI BEMOL, es la protagonista, y por cierto que le ocurrían tantas y
tantas aventuras... La duración es en este caso de unos doce minutos... Pero la
realidad era que habían de resignarse a pasar el tiempo dentro de aquel
cajón oscuro, donde los insolentes de los ácaros venían a tocarles las
narices, como con la mala intención de cambiarlas de sitio:
- Que no, caramba, que no! -protesta SI BEMOL- que me dejes de una vez, que yo no quiero ni por asomo ser un DO!
Y un día (ya había pasado mucho, mucho tiempo!), el cajón se abrió y los
dedos de unas manos delicadas, preciosas se le pasearon por encima:
- ¡Qué emoción! -pensó.
Estas manos tan bonitas escogieron del cajón la obra de Carmencita
Notabienpuesta así como la de Francisco Buenapieza. Se pasaron un buen rato
investigándolas, ahora aquí, ahora allí. Finalmente, la obra de Carmencita
Notabienpuesta dejaba el cajón oscuro, pero la de Buenapieza volvía parecía
que irremisiblemente al cajón, a contemplar el paso del tiempo... Y el cajón
se cerró.
-Pero... -se decía SI BEMOL.
Sí, de hecho allí estaban todavía las delicadas manos, justo al lado del cajón... Qué ocurría?
- Están dudando... -se dijo con una pizca de esperanza.
Finalmente, y cuando ya lo daba por perdido, el cajón se abrió rápidamente, y una de las dos manos (de hecho, con una mano hay suficiente, seis minutos de música tampoco pesan tanto…) agarró, segura, la obra de Buenapieza.
- ¡Qué bien!, como mínimo vuelvo a ver la luz. -dijo bastante contenta SI BEMOL.
Y ciertamente, las dos manos hicieron sentar las dos obras allí, desde
donde podían ver las teclas blancas y negras desde una cierta altura, y sin
más dilación se pusieron a trabajar. Y bien cierto es que las dos manos
trabajaban con un gran tesón. Alguna vez sonaban o bien nuestra
protagonista, o bien cualquier compañera suya cuando no tocaba. Otras
veces, cuando estaba a punto de salir nuestra amiga (ya nerviosa) para
decir su papel en alguna de las muchas frases en las que participa, las dos
manos se paraban súbitamente. Pero, otra vez lo intentaban hasta conseguir
decir esta frase y todas las otras correctamente. Las dos manos, muy
voluntariosas y estudiosas, poco a poco iban consiguiendo que cada obra
sonase tal y como Notabienpuesta y Buenapieza habían previsto.
Un buen día, cuando ya se habían acostumbrado a estarse siempre en aquel
asiento, después de haber transcurrido mucho tiempo, muchas horas, aquellas
dos manos tan delicadas con cuidado las agarraron a las dos, y después de
un viaje las dejó en otro asiento, pero mucho más grande; y por cierto
también más cómodo. Hasta tenía para apoyar la espalda... ¡y era reclinable!
- Esto es muy conveniente para las cervicales -comenta FA.
- ¡Ay, si! -ahora es MI BEMOL la que habla- las tengo tan doloridas últimamente...
- Yo si que las tengo
doloridas , que continuamente estoy en danza,
¿eh? No como otras, que salen de vez en cuando, pero quieren que todo el
mundo las escuche; -dice SI BEMOL. Y prosigue- ¡Anda! ¿Habéis visto? ¡Aquí las
teclas también son blancas y negras, pero se ven más lejos que desde el
otro asiento!
- Tienes razón, -dice LA. Y más bajito- como siempre...
Asimismo, notaron que aparte de las dos manos tan atentas, había muchas
más. Pero, entre sorprendidas y preocupadas, vieron que además de las manos
había un montón de orejas muy, pero que muy abiertas. Esto, hay que decirlo
así, las dejó sin aliento. Pero las dos manos tan dulces y cariñosas, ahora
también con autoridad y gran seguridad, hicieron escuchar primero la pieza
de Carmencita Notabienpuesta, y después la de Francisco Buenapieza; y SI
BEMOL, sus amigas más o menos cercanas, y el resto de compañeras -de hecho
eran doce- hicieron de manera magistral sus respectivos papeles, siempre
gracias a aquellas dos manos que con tanto tesón, trabajo y voluntariedad
habían conseguido la susodicha maestría.
Justo al finalizar, después que FA y SI BEMOL dijeran el último e
incontestable comentario, aquel montón de orejas se cerraron un poquito,
pero muchas manos, bueno, de hecho todas menos dos, dos que se merecían
descansar, empezaron a hacer mucho ruido, chocando entre ellas. Hay que
decir que parecían contentas, y las dos manos delicadas, ya recuperándose
un poco del gran esfuerzo, saludaban agradecidas y con evidentes signos de
satisfacción.
¡Anda! ¡Pero si también estaban por allí Carmencita y Francisco!
- ¿Qué hacen este par con tanta reverencia!?- dijo SI BEMOL entre sorprendida y molesta.
- Es verdad... -corrobora FA.
- Pero ¿qué se han creído este par de elementos con tanta reverencia y tanta
tontería? -ahora ya abiertamente molesta y ofendida.
Y efectivamente, todas, las doce, eso si, lideradas por SI BEMOL, se encontraban en un estado de irritación altísimo.
- A ver -iba diciendo aquí y allá- si la protagonista soy yo, y no este par
de inútiles, que de cada diez veces que me escribían, me borraban ocho!
El resto se la empezaron a mirar con cara de pocos amigos.
- Bien, bien, quería decir yo y las otras once... -reconoció ante el panorama
de miradas; y sigue rápidamente- Pero principalmente yo!
Y en voz baja pero amenazante:
- No, si todavía tendremos que salir de este lío de pentagrama, y dejar las cosas claras...