José Luis Viejo Palacios, creador español, profundiza en la importancia del
collage, en la vertebración de la forma a partir de la materia, buscando
trasladar su concepto marcado por su expresión poética a partir de la
intensidad expresionista del color.
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José Luis Viejo Palacios. Esa última noche y el corazón partido. Acrílico 80x40 cm |
El cromatismo lidera su evidente fuerza pictórica, que le permite
desarrollar con potencia la densidad matérica a partir del collage y de la
superposición de elementos. Emplea el color como una ola embravecida, como
un embate fantástico del mar contra las rocas, deslizando la expresividad
cromática por la superficie del soporte, insertando una dinámica gestual,
que acaricia más que nutre la textura de su armazón.
Se trata de una pintura de gesto, que no busca consolidar el espacio, sino
entablar un diálogo con él, como si se tratara de dos fuerzas distintas que
se encuentran en un punto, donde se unen, pero sin fricción.
Impetuoso, hasta el punto de ser, en un instante, en un momento determinado
del trabajo plástico, el máximo exponente creador.
Se nota que es un artista que intenta trascender, porque no deja nada al
azar, pero, tampoco, juega, a ser un pintor que se conforme con los
discursos plásticos al uso. No es unidireccional, no trabaja simplemente
con series temáticas, cada obra es producto de cada momento. Es capaz de
hacer cinco obras de una misma temática, o bien una, dos, hasta diez o más,
pero siempre según la idea, sin guión pre-establecido, dejándose llevar por
impulsos naturales, porque es en estos donde reside la gran evidencia.
Toda idea es plástica, toda temática se puede plasmar, pero, los
sentimientos, tienen un código que es muy difícil de saber llevar bien. Se
puede reconducir, pero, entonces, los estamos domesticando. En cambio la
actitud de José Luis con respecto a ellos es dejarlos fluir, que sean el
caballo desbocado, las crines al viento en la pradera, volando, galopando
hacia el mar, en medio de las olas, sin importarle el destino. Siempre
adelante, con los ojos puestos en la libertad.
En su obra hay luna, embrujo, hechizo y, también, se nota el peso de la
historia, personal o colectiva, con rasgos, con referencias a un pasado
inmediato que a todos nos ha influido y nos influye aún hoy, porque toda
energía se transforma pero algo queda. Somos la suma de los tiempos,
vivimos el momento que no existe y miramos al futuro que es la esperanza de
no volver a repetir el pasado.
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José Luis Viejo Palacios. Saturación y colapso en urgencias. 130x93 cm. |
Hay instantes que es más abstracto, en otros más icónico, pero siempre
expresionista, con referencias, con necesidad de describir, aunque sea
simbólicamente, la alusión que le ha motivado a pintar.
Trabaja con ideas, que son producto del momento, o de reflexiones a partir
de temas que tiene pensados con tiempo pero que no salen al exterior hasta
el instante apropiado.
Es un artista visceral, fogoso, capaz de crear obra con rapidez del rayo,
pero también, de pasarse tiempo pensando, elucubrando, sintiendo o
viviendo, para nutrirse de aquello que constituye el alimento del espíritu.
Antes, en una época pasada, estuvo cautivado por el impresionismo, por el
marasmo cromático, que en sus paisajes conformaba alegorías poéticas de los
mismos. Pero, poco a poco, su natural impresionismo se fue volviendo
expresionista, porque la fuerza del color superó acontecimientos, lideró un
cambio que le obligó a prescindir de referencias formales, a re-escribir la
realidad, a interesarse por el alma de las cosas.
Los formalismos, en la actualidad, han quedado atrás y hoy está inmerso en
un expresionismo salvaje, libre, cromático, donde hay referencias, pero son
inconscientes, aunque siempre necesita que exista un punto de conexión con
la realidad para marcar el sello plástico a partir del diálogo en obras que
ascienden al alma, que superan los viejos atavismos, que lideran una
vertiente espiritual inmensa, que surge de su inconformismo, de su actitud
vigilante y, sobre todo, de su gran sentido común.