Lucio Fontana es uno de los artistas más revolucionarios y complejos del siglo XX. Polémico y absolutamente innovador,
se revela como un espíritu esencialmente libre que afirma permanentemente la duda. Creador desprejuiciado y metódico,
abre su juego a toda la historia del arte occidental -su propia tradición- y la pone en
jaque a través de una poética sensible, lógica y trascendente a la vez.
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La autora de la nota junto a una emblemática obra de Lucio Fontana |
En él se da una mezcla algo perversa de apasionamiento y racionalidad en expansión, en mutación permanente.
Por épocas fue clásico, barroco, expresionista, académico, informalista, futurista,
matérico, conceptual, escultor, pintor, diseñador, decorador, escenógrafo,
instalacionista, teórico de sí mismo, rosarino, italiano.
Es verdad que Lucio Fontana se inició como escultor. Partió de la escultura académica del siglo, de la admiración
por los clásicos, del manejo profesional del oficio y la manipulación tradicional de los materiales; tanto,
que hasta realizó numerosas obras por encargo: cívicas, funerarias, alegóricas, paganas y religiosas.
Luego provocará un corte tajante, manipulará otros materiales y sus esculturas comenzarán a ser comentarios
-o citas- de otras obras. Gradualmente se coloca ante la tradición con un sentido crítico y cuestionador y así va
desarrollando su imagen de artista visionario y provocador, como la de los barrocos, los futuristas, los modernos.
Pero, a diferencia de éstos, manteniendo todo el valor de un artista clásico: Fontana se inserta en una tradición
en el mismo acto de desgarrarla. Ese es, de algún modo, su primer "
tajo".
En 1966 Fontana es consagrado y gana el Primer Premio en la XXXIII Bienal de Venecia.
Ese mismo año, el artista escribió:
"
Hace un tiempo, un cirujano que vino a mi estudio me dijo que 'esos agujeros' podía hacerlos él perfectamente.
Le contesté que yo también sé cortar una pierna, pero después el paciente muere.
Si la corta él, en cambio, el asunto es distinto. Fundamentalmente distinto".