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Hacer arte es un acto de fe; acto que, en lo visible, contiene secretos 
ocultos y que, entender, implica aprehender algo más de lo que puede ser 
captado a través de la mirada. En los últimos años, la mirada puesta en la 
obra de arte ha provocado en el espectador diversas andanzas y es, en la 
complicidad de la experiencia estética, donde se convierte en un diálogo 
íntimo y profundo. Singular tiempo para el goce y la reflexión.
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| María Elena Pires Gregorio. Obra. | 
María Elena Pires Gregorio expone desde 1974 y, desde entonces, sigue un recorrido 
divisible en tres procesos bien diferenciados. Para la etapa inicial, las 
formas abstractas son superficies en óleo de colores saturados; luego 
vendrá otro período más figurativo, donde la austeridad del color "sepias, 
tierras y monocromías" se opone a una mayor precisión de la forma. Los 
personajes fluctúan, desvalidos y solitarios, en acotados espacios 
expansivos. Tiempo detenido. Horizonte simulado de criaturas agobiadas, 
cuya existencia transcurre en esforzados escorzos y posiciones 
inverosímiles.
En el proceso y última etapa (2001), aparecen las series de los sellos 
postales. Técnica de dibujo, precisión gráfica para una temática 
simbolizada en un icono: manos aliadas y protagonistas de una jerarquizada 
composición; manos que ejecutan y producen. Estampillas que en su 
configuración multiplican la escala y modifican su cometido, la actualidad 
de diferentes países, dignificando así al trabajo y al hombre 
 
Obra de la artista
Postal 2005 Instalación. Muestra de María Elena Pires Gregorio, realizada 
en la Alianza Francesa de Rosario. La propuesta artística es un viaje que 
va más allá de la representación lineal, estableciendo así recorridos 
múltiples, induciéndonos a lecturas simultáneas. Para llegar a la cita hay 
un rescate antropológico, mapa de ruta de variados discursos. Señales 
performativas del peregrinaje: tiempo presente, memoria, testimonio e 
historia. Cartografía evocativa que remite a períodos prehispánicos 
personificados en el Perú y su proyección genuina: la entrañable cultura 
Inca. 
Un texto introductorio e inicial: "
Este recorrido conduce a rescatar los 
valores propios de esa sociedad que representa la creación política y 
estatal más grandiosa de la América Indígena, una de las más notables de la 
humanidad, contrapuesto a la realidad latinoamericana actual" (fragmento: 
Pires Gregorio). 
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| María Elena Pires Gregorio. Obra. | 
Como continuidad un planteo ambivalente marca el ciclo entre comienzo y 
cierre: repetidas cajitas, numéricamente en siete, son el soporte 
tridimensional de refinadas manos femeninas, expresando la gestualidad 
silenciosa en un alfabeto lingüístico, dictamina su alegato: trabajo. Signo 
que, en su recurrencia formal, construye un repertorio obligado de sentidos 
e intencionalidades de la artista.
Las imágenes son estampillas: difieren sus formatos, se relacionan en 
series de 7,  9 (agrupados en 3) y luego en 5; seguramente, una ecuación 
simbólica para su revelación. Las secuencias son reproducciones a lápiz y 
tinta (originales de Guaman Poma de Ayala, cronista gráfico de fines del  
S. XVI y principio de S. XVII). Los sellos postales corresponden al 4to. 
Centenario del calendario Inca y están escritos en quechua; todas las 
ideografías son remarcadas en colores homogéneos y representan la acción 
cotidiana del cultivo, la exaltación del trabajo y el culto al suelo. Las 
simbologías, que marcan un ciclo, están ahí: el sol, la luna, la lluvia, la 
topografía, la siembra y las tareas asignadas a cada mes del año por el 
pueblo Inca.  
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| María Elena Pires Gregorio. Obra. | 
Una bandada de pájaros nómada, alza su vuelo en la inmensidad, entre ellos 
la luna y el sol. Las aves yuxtapuestas marcan la dinámica que, en su 
reiteración, concentran,  dispersan y hasta simulan, en la elevación, 
diluirse en un dilatado espacio. Algunos animalitos aún no iniciaron su 
viaje errante y los otros, en el aleteo, parecieran conocer su destino... 
toda una humanidad. En lo formal es un sobre-relieve de cerámicas blancas 
que se fusionan con la pared. Como contraste un texto quechua transcribe: 
"de dentro del maizal ha cantado el pájaro".
Se  concreta el ideario en el remate final, ¿o  es  el inicial? Coa es un 
instrumento de labranza, un palo puntiagudo que parece un signo de 
interrogación el cual se utilizaba para abrir hoyos en la tierra. Las 
cuatro coas están recostadas, junto a la pared, a la espera del 
protagonista ausente; alegoría de los tiempos actuales de las manos vacías. 
Están ahí, en clara dialéctica entre la  tierra fértil para la siembra y el 
grano de maíz, vinculación amorosa que aguarda la maravilla: el brote 
verde. 
Gozo del contemplar. Vuelo, viaje y peregrinaje. Simultaneidad, tiempo y 
espacio. Escenografía de esperanza que restituye valores y reivindica la 
dignidad y esencia del hombre. Rescate recurrente de la identidad y la 
cultura.
