La obra pictórica de
Angel Azcue oscila desde lo geométrico entendido como
efímero, en el sentido de expresar formas sutiles, casi evanescentes, que
fluctúan en el espacio, para alcanzar otros procesos matéricos, pero a la
vez, se caracterizan por un claro cromatismo energético y la aparición de
transparencias formales que se circunscriben en el ámbito de las formas,
que son insinuadas, dentro de las evidentes para hallar el contraste entre
lo que existe y lo que se insinúa y también existe.
Juega con los efectos del color y las formas para producir intercambios de
opiniones sobre lo existente evidente y lo no existente pero que también es
evidente, aunque menos. Todo lo que posee forma, tiene entidad y, por
consiguiente, existe. Lo que no existe es lo que no posee forma, es decir
estructura y, por lo tanto, no tiene ni masa, materia, densidad y luz.
Pero, puede pasar que captemos energías lumínicas, conformaciones de átomos
fosforescentes, micro-partículas que nutren parte de corrientes cósmicas
que están sin estructura visible, pero que están ahí, uniéndose unas a las
otras, formando corporaciones con masa de distinta apariencia, que son casi
transparentes, pero que son existentes y poseen núcleo y paradigma, forma y
estructura. De ahí que Azcue trabaje en torno a las evidencias determinadas
y concretas y también con las transparencias, que nos muestran otras
formas, que no poseen los colores marcados, los signos vitales biológicos
determinados, pero que existen, están ahí, se hallan en el cónclave de la
dinamicidad y, por lo tanto, están sujetas a la energía, a la acción de la
conjunción de energías que se van sumando unas con otras, para delimitar,
potenciar, apoyar, enaltecer, transformar y subvertir aquello que existe
pero que se circunscribe a las oscilaciones propias del medio en el que se
mueve.
Ángel Azcue viaja empleando la fuerza de la evidencia, la emblematicidad de
lo determinante, la fortaleza del color, que es movimiento, acción, fuego,
pasión, efecto óptico, multiplicidad de caminos.
Con el color mueve la forma, transportándola a distintas escenas dentro de
una misma composición. Gracias al empleo inteligente del color consigue
perspectivas, linealidades poliestructuradas, inespecíficas y específicas,
según como se miren y analicen, conformaciones laberínticas que tienen muy
claro el exterior y el interior, el dentro y el fuera, lo ambiguo y lo
concreto.
La teoría de contrarios en la creación geométrica de nuestro artista
plástico es evidente, en el sentido de que necesita la fuerza de lo
distinto para hallar la determinación de lo diferente, en la que descansa
la transformación de la materia. El color es energía, dado que es un
pigmento de origen animal, vegetal o artificial industrial. Como es materia
es energía y esta transforma la materia. El color aplicado a la forma la
cambia, transformándola en una nueva entidad, por lo tanto, su empleo es
fundamental para entender que nada permanece y todo es dinamicidad.