Gesto en el espacio, dripings, salpicaduras, manchas, gotas, ondulaciones,
insinuaciones, confirmaciones de la pujanza expresiva del color, de la
constatación de la fuerza de la concatenación de lo estructurado
mediatizado por la impronta energética del rasgo del gesto. Todo está
permanentemente insinuado, casi como si fuera circunstancial, producto del
momento, del instante de pasión, de aquel segundo de libertad absoluta, de
generoso desprendimiento, de fortaleza evidente en las creencias
emblemáticas de la propia sugerencia del color.
El color abstracto, es el color del alma del momento, de aquel instante que
todos tenemos que se expresa con total libertad. No se trata de un gesto
calculado, sino que, aunque la acción si lo sea, el resultado siempre es
imprevisible porque no se puede calcular al milímetro, aunque se puede
obtener un dominio respecto a la libertad del movimiento, pero sin
delimitar absolutamente sus alcances.
Siempre existen con claridad unas limitaciones, que se basan en lo
aparente, en la fortaleza de lo evidente, en la pléyade de vicisitudes que
atraviesa la nueva concepción del abstracto, que no renuncia al pasado, que
se nutre de alusiones de la Escuela Expresionista Abstracta de Nueva York,
pero también de las intervenciones de los creadores informalistas
evolucionados.
Oscar Costas busca determinar el gesto en el espacio a partir de diferentes
técnicas, combinándolas para obtener un diálogo cromático. En este contexto
el color es fundamental porque es quien determina el diálogo plástico,
basado en la capacidad de abstraerse con respecto al posicionamiento claro
que viene dado por el espacio. Se interroga con respecto a si es más
importante el color como elemento de choque, que el cromatismo producto del
gesto y el azar. Lo azaroso es real pero no se controla, aunque se puede
delimitar, insinuar, mostrarse con una cierta especulación libre. Domina la
idea de libertad a partir de su capacidad de recrear a través del color el
trazo singular abierto a múltiples interrogantes.
Su concepción abstracta no es lírica del todo, sino que prefiere aferrarse
a los planteamientos expresionistas, que desgarran el gesto, que potencian
la fortaleza emanada del propio color, para presentar la determinación de
los sentimientos, la visceralidad casi poética de lo plástico.
El diálogo entre lo lírico y lo expresivo se produce con toda desnudez,
teniendo en cuenta sus posibilidades de acción plástica determinadas por la
energía que gobierna su obra. Es un creador de momentos energéticos,
basados en el circulo, el semi-circulo, las posibilidades de la lluvia
cromática, en las extensiones de los prolegómenos de la evidencia de lo
insinuado. Asimismo su pintura se fundamenta en la fortaleza de lo visible
en el instante máximo de lo real circunscrito en lo onírico, gestual,
delimitado por el subconsciente, pero, sin caer en la adscripción de nuevo
cuño hacia los sueños, sino que su determinación se origina en la evidencia
de lo físico, del acto emblemático del segundo, del momento contenido en la
capacidad del color para crear estados de ánimo armónicos o contrapuestos,
pero, siempre, teniendo en cuenta las consideraciones de la lírica
expresiva.
De lo expresivo, sutilidad emblemática del color, gestos espontáneos que se
nutren de los sentimientos que se van mostrando con sugerencia, como si uno
estuviese degustando una fruta tropical exótica y exquisita en la
singularidad de lo inespecífico.