El creador chileno Juan Pablo Pañella presenta en su extensa producción de
dibujo diversas temáticas que oscilan desde la dinámica de la propia
evidencia de las formas, a configuraciones que primero son caballos, luego
son ciudades, de las ciudades rostros y figuras. Todo es forma, el mundo es
un conjunto de formas que pertenecen a ideas concretas, que son en sí
mismas, que se funden en una dinámica construida, de cariz biológico.
Porque, en primer lugar, el creador multidisciplinar chileno tiene una
clara necesidad de confeccionar una formalidad lineal, que es, ante todo,
una actitud, un posicionamiento ante la propia evidencia de la existencia.
Es decir que parte de lo biológico, en el sentido de dar mucha importancia
a la materia, y, más que a la materia, a la forma, pero no emplazándola de
manera solitaria. Antes al contrario, siempre incardinándola con otras
formas, expresándolas mediante una complejidad de temáticas. Dichas formas
son, en su conjunto, arquitecturas, elementos estructurados que dan origen
a casas, ciudades futuristas, personajes, rostros, caballos, seres que son
mitad animales y mitad hombres. Todo ello fluyendo constantemente, como si
fueran el resultado de un dinamismo sutil, original y genial, porque su
obra parece obedecer a notas musicales, composiciones con ritmo y escala,
cual alegorías que encienden nuevas posibilidades de expresión.
No hay nada al azar, todo tiene que ver con un principio y un final,
marcado, influido por el movimiento que va y viene, con el sesgo que cobra
la vida, que es ritmo, energía pura, energía que nutre la forma, que se
arremolina y se expande con determinación.
Su discurso plástico posee un argumento sólido, de ahí que sus ciudades
futuristas sean formas orgánicas, convertidas en formas geométricas, en
aspectos de un espacialismo formal evidente. Son futuristas, pero, a la
vez, convencionales, sujetas a los patrones de la geometría más avanzada,
vistas desde arriba, desde abajo o a través de los laterales. Lo importante
es el conjunto, la totalidad de la composición, que mira con ojos humanos,
que observa y es observada. Mientras que sus dibujos de animales,
especialmente de caballos, son fogosos, directos, con gesto, furia y
determinación.
Dibuja el caballo como símbolo de libertad, que ama la vida, expresión
exultante, de una gran belleza interior, que remonta por los vericuetos del
alma, hasta desbordarse. Caras que son barcos, que se transforman en
embarcaciones complejas y antiguas. Presencia de laberintos, estructuras de
diversas evidencias, entrecruzamientos formales a modo de nudos en el
espacio. Hay también exhibición de formas alusivas en ángulo recto,
cuadrados abiertos, gesto, rapidez, velocidad centelleante de la
estructura, que se abre y cierra, que entra y sale, que se concreta en un
caballo o en un ser humano, para luego convertirse en un barco, en una
ciudad o, simplemente, en formas estructurales ubicadas en el espacio.
Formas, más formas, estructuras en el espacio, el concepto del blanco, el
silencio del papel en blanco, del fondo blanco, que permite a las líneas
del dibujo dibujar con libertad, convirtiéndose de lo biológico a lo
trascendente, a través de la apuesta por un futuro que se describe con
voluntad rítmica. Es la anunciación del cosmos, de los astros que se intuye
están más allá de las ciudades futuristas, que navegan por el espacio, y
aquí y allá vibraciones de holgada intensidad, notas musicales que
intervienen en el ritmo del cosmos, para transformar lo evidente en una
sutilidad compleja y sensible.