Robert Carbonell, es un creador abstracto informal, que pretende 
hallar la dinámica de la fortaleza expresiva en la materia a partir de 
conseguir la esencia de la transmutación del cambio continuo. ¿Y cuál es la 
esencia del cambio? Pues es la propia evidencia de la vibración, de la 
longitud de onda, de la energetización existencial entendida como núcleo 
del universo, fundada en la interdependencia, en la complementariedad de 
funciones y en la posibilidad de contrastar energías diferenciadas. Todo 
ello analizado de manera constante, hasta el punto de poner a su alcance 
continuos retos, sin importarle cual es el principio y el final del 
experimento. 
Lo fundamental no fue quien comenzó, sino cómo y porqué se hizo. Los 
inicios sirven para explicar la historia, pero, en ocasiones, no son 
adecuados para apoyar una actitud marcadamente compleja e incluso desvían 
la atención de sus principales objetivos. De ahí que para el pintor catalán 
(
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esencia de lo que representa.
Indaga para ello en la informalidad. Elucubra en los paradigmas de la 
abstracción pura, mostrando la determinación del color, ideal para marcar 
estados de ánimo, introducir nuevos planteamientos compositivos, definir 
contrastes, procurando darle un mayor arropamiento pasional a una creación 
surgida del diálogo, de la evidencia de la esencia, que va más allá de lo 
sugerente. 
Lo sugerente se inicia a partir de interesarse por lo cotidiano y ahí es 
donde incide el creador catalán. Una cotidianeidad que es asimétrica, es 
decir informal, y, por lo tanto, abierta a una gran variedad de 
elucubraciones.
Plasma su determinación abstracta, nutrida por poderosos colores, de tonos 
exigentes, otros menos directos y más íntimos, mostrándonos el docudrama, 
el escenario de los sentimientos convertidos en abstracción. 
Exhibe la no forma, la idea de no mostrarnos una realidad concreta 
exterior, sino de procurarse una visión más allá de lo evidente, de la 
expresión pura de sentimientos y sensaciones, surgidas de la propia vida. 
Investiga la importancia del color en un contexto matérico, nutrido en 
densidad, caracterizado por su exhibición de sutil magnetismo cromático, en 
la que el tono es el protagonista. 
Domina la composición, lo hace con lentitud,  desarrollando una cuidada 
técnica, ejerciendo las labores de control adecuadas, pero sin presionar en 
la manera de conseguir los objetivos. 
No quiere ni le interesa concentrarse en una actitud marcadamente 
escenográfica, sino que lo que le produce mayor respecto es su peculiar 
inclinación de sentenciar los cosas de manera informal. 
Este modo de actuar le conduce a una determinación constante, a un hilo 
conductor que le impulsa a ser coherente en lo expresivo, desligándose de 
lo ingenuo, buscando la dureza de la crudeza del marasmo de lo matérico. 
La materia es como la vida, expresión, evolución y muerte para volver a 
renacer. Es un ciclo que se repite constantemente, dentro de la búsqueda de 
la pléyade en la dinámica del magma.
