Francisca Blázquez indaga en los prolegómenos de la trascendencia partiendo
de un posicionamiento geométrico avanzado. Su discurso es claro, dado que
considera que el mundo está formado por estructuras, sistemas y formas
geométricas que nutren la infraestructura de todo lo existente. Incluso se
aventura a considerar que el universo es geométrico, en el sentido
trascendente y formal. Por lo tanto nos habla de la necesidad de
materializar el universo desde el punto de vista espiritual, pero,
profundizando en la esencia a partir de la forma. Es decir que no le
interesa la estructura en sí misma, a pesar de basarse en ella, sino que
crea un universo lumínico en el que todos los actores tienen su parte
correspondiente de interactuación. De esta manera las formas son símbolo,
icono y alegoría, pero también la representación externa de un orden
interno en el que lo importante es la capacidad de transmitir
trascendencia.
|
Francisca Blázquez. Dimensión angélica |
Cuando miramos el mundo exterior lo hacemos desde el punto de vista
interior y exterior, a través de los dos hemisferios del cerebro humano.
Dependiendo de cual tengamos más desarrollado normalmente tendremos una
visión racional o sensible, calculadora y analítica o creativa y
espiritual. De ahí que la teoría del Dimensionalismo de la autora madrileña
sea tan innovadora, porque une los dos aspectos de la visión universal,
que, en el fondo, se basan en la profundización de la esencia, en
instalarse en la dinámica de la propia consecución de la persistencia del
cambio continuo.
Existen diferentes realidades que están interactuando continuamente. El
problema es que si nos encontramos en una fase racional nos perdemos una
gran parte de la emoción, trascendente y espiritual. Pero, si concretamos
nuestra actitud a través de considerar los símbolos, formas geométricas de
avanzada estética, que corresponden a mundos inventados comprobamos como
poseemos un punto de partida básico a partir del cual meditar, ser uno en
esencia y, en consecuencia, abrir un canal de luz que nos permite entrar en
los secretos desvelados de la verdadera dimensión de la existencia.
En esta ocasión, coincidiendo con la exposición en el Palacio de Congresos
de Madrid, Sala Joan Miró, Paseo de la Castellana, 99, Metro Santiago
Bernabeu, Francisca Blázquez, (www.franciscablazquez.net), autora de
sesenta individuales y trescientas exposiciones colectivas en catorce
países de tres continentes, acentúa el poder esencial de la geometría, los
aspectos de iluminación más sagrados, indagando de forma espontánea y
determinante en las diferentes culturas, métodos, actitudes, ideas,
conceptos y sistemas de creencias, dado que es partidaria de la unidad en
diversidad. Así, de esta forma, concede gran importancia a los ángeles, a
quienes representa de forma geométrica, sintéticamente, pero sin que estos
pierdan la tradicional acepción que de ellos se tiene en determinadas
culturas.
Sus ángeles son siderales, pero, esencialmente luz, espíritus de luz,
puente de unión entre el mundo místico y espiritual y el de los seres
humanos.
Normalmente no se ven pero se les presiente, están ahí. De vez en cuando
constatamos su existencia a través de símbolos, ruidos, perfumes, aromas,
leves movimientos sutiles en un espacio que no es inventado pero posee
magia. La creación de Francisca es determinante en este sentido porque
conecta con la poesía angelical, con un susurro, como si los velos cayesen
y mostrase la otra gama de realidades existentes. También se interesa por
el santo grial, los signos masónicos, los símbolos geométricos que
representan a Dios, pero no desde el punto de vista histórico, sino
reinventándolos, buscando la percepción del alma, a través del corazón
tierno para comunicarnos su verdadero valor.
A menudo nos perdemos en conversaciones que se desvanecen en el aire,
pensamientos que encierran en si mismos mucho maya desbocado, considerando
determinados aspectos de una intención de vida que se disfraza de energía
fogosa, pero que va hacia la nada más evidente, como si pretendiéramos
recrearnos en lo fluctuante de la virtualidad, para concretar la verdadera
existencia. Francisca ha superado esta actitud porque vive y trabaja
plásticamente en una onda totalmente espiritual. Su visión angelical le
ayuda en la vida cotidiana, pero también su método plástico concreto se
basa en la representación formal del interior del universo espiritual
poblado de seres que están relacionados con el hombre y la mujer y otros
que poseen distintas graduaciones en la escala según se encuentren más
cerca o lejos de nosotros o a la inversa.
|
Francisca Blázquez. Sealiah. 2007 |
La existencia de Francisca se concentra en la meditación, en ahondar en la
creencia mística en un mundo mejor, donde la rabia y el dolor han sido
desterrados, porque sabe lo importante que es materializar mental y
espiritualmente otra realidad posible, dado que la existencia está
convulsionada, ha perdido el norte, y no se sabe hacia donde va. La
creadora multidisciplinar madrileña, autora de más de 8.000 obras de
diferentes disciplinas, es consciente de que la realidad de su propia
existencia es sencilla y compleja a la vez. Su obra nos habla de muchas
dimensiones, tanto físicas o bien dimensiones espirituales, que no poseen
ninguna connotación material.
Existe la creencia de que podemos habitar en diferentes espacio-tiempos,
porque el tiempo cambia según el momento; asimismo las concentraciones
energéticas de diferentes acontecimientos marcan una impronta en el espacio
común que nos permite conectarnos con las mismas viviendo en un momento
distinto.
Vivimos en un mundo de energías, por lo tanto estas se pueden materializar,
es decir que el pasado, presente y futuro ya están escritos, todo se
repite, pero, a la vez, todo es distinto, porque cada instante es único. De
ahí que su obra dimensional viaje constantemente, pero, sobre todo, sea
coherente en su investigación perceptiva de otros mundos, de realidades
mágicas, de símbolos que le son revelados por los dioses.
No hay otra verdad que la propia inherente a la formulación del cambio
continuo. El caos, el aparente caos no lo es, porque el caos es la
consecuencia de la existencia de la energía y materia interactuando, pero,
también, de la iluminación que todo lo existente conlleva. Es decir que el
caos es iluminación en sí misma y no elucubración mental.
No hay materia sin que exista su correspondiente iluminación espiritual. No
hay nada inerte, todo tiene vida más allá de lo biológico.
Hasta ahora existía una visión sesgada en Occidente de la realidad
circundante, especialmente desde los tiempos en que la ciencia y la
verdadera fe iluminada se distanciaron. Cuando la realidad es otra, porque
todo tiene esencia y, asimismo, es consecuencia de la rueda de la vida, en
la que cada acción posee su correspondiente reacción, siendo la explicación
de la evidencia de la traslación.
No existiría la materia sin la energía y esta es fundamental para
conectarnos con la esencia espiritual.
Todo cambia, se transforma, está en movimiento continuo, porque la energía
interactúa y se convierte en un referente válido y esencial.
Nos encontramos en la esencia vital, porque somos parte de ella,
considerándonos elementos espirituales, porque la luz de la iluminación
forma parte de todos. Sin iluminación no hay verdad completa, solo forma
aparente y Francisca lo sabe y por eso su obra es sagrada, porque sus
formas son contemporáneas, pero sabias, conllevando la presencia de
millones de existencias y de lapsus de tiempo diferentes que han coincidido
y coinciden en diversos planetas y galaxias del universo entero.
La planitud no existe, todo es multidimensional, incluso cada dimensión
encierra otras dimensiones, porque el error es considerar que las
dimensiones espirituales poseen carga material y formal. Se las puede
representar formal y plásticamente, pero su esencia, como la de los
ángeles, arcángeles, querubines, tronos, mensajeros iluminados, Dios,
energía sutil, la iluminación de cada átomo y molécula, es esencia pura que
no se distingue, porque la pureza es el todo y el uno. Así, de esta manera,
la creadora madrileña, con obra en importantes colecciones públicas y
privadas de todo el mundo, se recrea en la fantástica consideración de la
existencia, basada en la catarsis espiritual que todo llevamos en lo más
profundo de nuestro ser. De ahí que su visión geométrica futurista, basada
en formas de gran complejidad, fantásticas y misteriosas a la vez, sean la
consecuencia de una actitud que viaja con todos nosotros. Porque todos
somos esencia celestial, iluminación espiritual, seres de luz que navegamos
en un mundo dual, para aprender a elevarnos. De ahí que el Dimensionalismo
sea la consecuencia de un mundo complejo espiritual en el que la autora
vive y en el que todos vivimos pero no sabemos distinguirlo.