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Me interesaría reflexionar sobre la temática del folklore argentino, que no
es otra cosa que nuestra música primera, la base de nuestras raíces,
símbolo inequívoco de nuestra identidad nacional.
Sí, hablemos, meditemos un poco sobre este concepto de "la música
tradicional de la Argentina". Y por qué no, intentar definir los conceptos
de
popular,
folklórico e
indígena.
Seguramente hemos oído alguna vez la palabra Etnomusicología (del griego
ethnos = nación, y
mousike = música). Esta ciencia se dedica al estudio de
la música en su contexto cultural. Por eso, a menudo es ubicada como una
disciplina auxiliar de la antropología y la etnología.
Disciplina sumamente amplia, incluye el análisis de la música occidental
desde una perspectiva antropológica., y aunque pretende enfocarse en la
música en sí misma, los etnomusicólogos suelen también poner atención en el
estudio del contexto cultural más amplio. La etnomusicología propiamente
dicha nació en las postrimerías del siglo XIX, y fue practicada por
personalidades como Béla Bartók y Zoltán Kodály (compositores húngaros, que
innovaron en rescatar el folklore de su país para la composición de nuevas
obras), junto con personajes como Carl Stumpf, Erich von Hornbostel, Curt
Sachs y Alexander J. Ellis, teóricos, investigadores, estudiosos en primer
lugar de las tradiciones musicales y orales nativas de regiones distintas
a Europa, y luego, ampliando su campo de estudio a todos los estilos de
música que existen en el mundo.
Entonces, habría que -tal vez- entender a la
Etnomúsica como una
práctica social y cultural. Pero claro, de repente nos hallamos en un mundo
totalmente intercomunicado, cosa que sin duda influirá de manera enérgica a
la hora de querer cumplir con nuestro objetivo de definir los conceptos de
popular,
folklórico e
indígena, términos que no son iguales en su origen:
por el contrario, se han modificado y varían progresivamente a través de
los intercambios entre los diferentes grupos étnicos.
(Un párrafo aparte merecería la famosa distinción entre "
clásico" y
"
popular", diferenciación totalmente objetable a criterio personal, además
de ser una división que no existe, al ser categorizaciones que poseen
fronteras cada vez más borrosas y móviles).
Entonces surge la siguiente conclusión personal: es muy difícil determinar
las fronteras de separación entre estos términos, y hasta entre los mismos
géneros musicales, con lo cual es una tarea compleja el poder establecer
diferencias entre música popular, música folklórica y música indígena.
Concretamente en nuestro país, estimo que no quedan comunidades en total
estado de "pureza" cultural. Y además, supongo que resulta casi imposible
el registro de expresiones auténticamente folklóricas o indígenas, sin que
éstas no hayan sufrido aculturaciones. Son innegables los procesos de
hibridación a los que se ha sometido buena parte de esta música.
Y este camino de
hibridación se genera al sumar los diversos elementos que
conviven en las culturas urbanas: la música clásica sinfónica, el blue, el
jazz, el rock, la música pop, etc. Estas combinaciones (al mejor estilo
"
la Biblia y el Calefón", en muchos casos) ha dado y sigue dando por resultado
complejas estructuras que pueden definirse como
"
músicas-populares-con-ritmos-folklóricos-mezclados-con-cantos-indígenas-e-instrumentos-occidentales-tradicionales-más-exóticos"
Este proceso, que con mucha precaución podría arriesgar tiene su origen en
los años '50, hace que sea menester reformularse esto de las "relaciones
existentes entre música y sociedad", ya que mucho tiene aquí que ver lo
político, entrando en juego la participación de las industrias
discográficas y de entretenimiento, y cayendo entonces muchas veces en una
suerte de "
folklore mediático", que -lejos de reafirmar lo genuino de este
género- convierte a éste en una sátira, burda y banal.
También y por otra parte, está una escasa franja de la sociedad que alcanza
una idealizada fascinación por la música indígena , produciéndose así una
imagen estereotipada del folklore criollo tradicional, que genera en la
parte restante de la sociedad un gran rechazo y hasta a veces, penosa
descalificación.
Ahora bien: no se puede negar que paulatina y afortunadamente el folklore
se ha ido metiendo en nuestra sociedad. En buena hora! Pero si bien es
cierto que por un lado se ha incrementado la presencia del repertorio
tradicional y folklórico, paradójicamente, estas músicas resultan
prácticamente desconocidas para los músicos de formación académica.
Cabría aquí preguntarse por qué razón estos repertorios han sido y son
prácticamente negados en los ámbitos oficiales (muy especialmente en las
instituciones educativas) e históricamente excluidos sus contenidos de los
planes de estudios: conocemos más de las músicas exóticas del oriente medio
que de aquélla que forma parte de nuestras propias raíces.
Concluyo este pequeño discurrir totalmente convencida de cuán difícil sigue
siendo para los argentinos poder recuperar nuestra identidad. Y en lo
personal experimento que -cuando al fin podemos rescatar algo de ella- se
hace cuesta arriba el gritarlo a los cuatro vientos, ya que en general, la
sociedad en la que vivimos, totalmente ecléctica de razas y costumbres, no
ve con buenos ojos el rescate de lo autóctono.