Sobre el origen del
Bolero existen diversas teorías, la mayoría señala a
Europa como la cuna del género. Al parecer, el Bolero tiene su origen en
España, y era un baile típico de esas tierras. Posiblemente el Bolero haya
sido una manifestación musical gitana, acompañada por su instrumentación
típica de guitarras, cajas de madera que hacen de percusión, y aplausos. Con
esta instrumentación llega a América, específicamente a Cuba, donde la
fusión con los ritmos africanos del Caribe dio como resultado el compás
cadencioso del Bolero como lo conocemos con su acompañamiento clásico de
guitarras y bongóes.
Llega a América a comienzos del Siglo XIX, en gira con una compañía de baile
española que arriba a Cuba. A partir de la década siguiente comienza a
distanciarse de su origen y a cobrar independencia, de modo que en las
postrimerías del 1815 ya estamos ante un baile sin ataduras coreográficas,
entre tantos otros cambios, hasta llegar paulatinamente a convertirse en
el género que se conoce en la actualidad. Aunque también, en igual forma
influyó en América durante el Siglo XIX la Romanza (canción narrativa de
Siglo XVIII, de origen francés y marcada por su contenido galante), y sin
duda dejó su huella en el nacimiento del Bolero.
En el año 1832 se abre en La Habana una Academia para la enseñanza de este
baile, que ya para ese entonces estaba completamente deformado de su origen
español. El Bolero típicamente cubano puede decirse que surge alrededor del
1840. Y es quizás merced a la larga dominación española, que se prolonga en
Cuba hasta 1898, que la música cubana desarrolló una dinámica capacidad para
asimilar lo foráneo y transformarlo en autóctono, rasgo que le ha permitido
dar origen a alguno de los ritmos más populares de Latinoamérica.
El primer Bolero compuesto data del año 1886, y fue compuesto en Cuba.
Ya para el 1920, el Bolero comienza a fusionarse con los otros géneros
musicales reinantes en el Caribe, como ser el Son, el
Danzón, la
Guaracha,
el
Mambo y el
Cha cha cha entre otros, y esto propiciará el surgimiento de
nuevos sub géneros:
Bolero Rítmico,
Bolero Cha cha cha,
Bolero Mambo,
Bolero Dominicano (Bachata),
Bolero Ranchero (con influencias del mariachi
mejicano) y
Bolero Moruno (con influencias gitanas e hispánicas).
Quizá aquel cierto aislamiento cultural de América Latina en los años
cercanos y posteriores a la Primera Guerra Mundial contribuyó a mantener en
auge la era dorada del Bolero, permitiéndole cultivarse y desarrollarse sin
competencias. Pero pasada la Segunda Guerra Mundial, cuando América Latina
rompió su aislamiento cultural y se integró a un mundo competitivo y
cosmopolita de influencias, el Bolero decayó, y su interés comercial bajó
notablemente. Claro que luego muchos intentaron revivirlo y popularizarlo
nuevamente: el portorriqueño Danny Rivera, a los finales de los setenta;
los venezolanos Antonietta y Yordano, en los años ochenta, y más
recientemente el mejicano Luis Miguel, quien tuvo el mérito de reincorporar
el bolero a la popularidad al otorgarle quizá una imagen más adecuada a
estos nuevos tiempos.