Antes que nada vamos a situarnos un poco en la época, para así
introducirnos de lleno en la historia: estamos en los alrededores del año
1000, en donde tiene lugar un generalizado despertar de la civilización,
en donde se va dejando atrás todo lo concerniente al cerrado y autoritario
mundo feudal para animar a las ciudades a convertirse en centros de
producción y de comercio, en donde todo este cambio será sin duda una
apertura a nuevas vías para la cultura y el arte, para así poco a poco ir
dejando atrás las tristes condiciones que caracterizaban la vida durante la
Edad Media...
Y es precisamente alrededor del año 1000 que todo lo que anteriormente
estaba ligado a la vida del feudo experimenta la necesidad de una
liberación, y junto con la importante aparición de la
moneda (que
adquirirá un valor realmente determinante) florecerán gradualmente todas
las actividades sociales y económicas, junto con la apertura de escuelas
y universidades (los famosos "
STUDIA" medievales), que favorecerán la
difusión de la cultura fuera del estrecho ámbito eclesiástico y señorial.
Claro es que -mientras en el exterior se agita un mundo en
transformación-, sin embargo en la Corte sus Majestades se encierran en su
dorado círculo, como anteriormente la sociedad feudal se había recluído en
sus castillos. Pero ¡qué diferente es ahora todo! Ha cambiado la
mentalidad, la manera de enfrentarse con lo real, de "sentir" las cosas.
Un cierto optimismo se difunde entre todos los hombres, que cantan la
belleza de la naturaleza y el amor, en una atmósfera de poesía permanente.
Y es así como toda esta nueva visión de las formas de vida trae en
consecuencia un cambio sustancial para la producción artística. No
olvidemos que hasta este entonces todo lo que existía y tenía valor estaba
en función de la vida religiosa y giraba en torno a la Iglesia como
Institución, y por supuesto que el arte no podía permanecer ajeno a esa
actitud dominante. Pero todos estos cambios enunciados dan lugar a la
aparición de unos personajes, todos ellos revolucionarios cantores,
músicos ambulantes, contadores de historias legendarias, narradores de
cuentos de amor, evocadores en sus canciones de un mundo de fábula. Estos
músicos-poetas llegaron a nosotros bajo los nombres de
trovadores,
troveros,
juglares,
minnesanger y
goliardos,
quienes ocupan íntegramente
la segunda parte de esta historia (
Músicos ambulantes de los siglos XI y XII (segunda parte)).
Todos ellos, si bien de orígenes diferentes y emergentes de diversas clases
sociales y estratos culturales, tienen sin embargo un punto en común: el de
trasladarse de pueblo en pueblo cantando las hazañas de los caballeros
andantes, narrando el entusiasmo y el valor de los cruzados... Acompañados
con violas y laúdes, van de corte en corte simplemente anunciando,
promulgando noticias, contando guerras y aventuras de tierras lejanas.
Como cantara
Bertran de Born, legendario poeta: "
Me gustan las
tropas con escudos azules y rojos, las banderas y estandartes de
diversos colores, las tiendas y los ricos pabellones alzados, las lanzas
que se quiebran, los escudos traspasados...".