Ernesto de Oliveira profundiza en la investigación de la forma, indagando en
los prolegómenos de la especificidad de su contenido, buscando la expresión
sutil de la propia esencia que le da sentido.
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Ernesto de Oliveira. Obra. |
Sus estructuras formales son geométricas, nutriéndose de las esenciales,
pero también de otras que no son tan habituales, dado que su composición es
compleja, aunque, en apariencia, parece surgida de un discurso teórico que
navega en la reformulación de lo oblicuo. Y digo esto porque no busca
estructurar, sino planificar la composición a partir de ir situando formas,
que son diversas, diferentes, que se extienden a lo largo y ancho de la
superficie de la obra. Es como entrar en una sala llena de música, donde
las notas musicales cobran vida, escenificando escenas surrealistas, aunque
no por ello, dejan de ser lo que son.
Indaga en las estructuras serenas del color, que abre puertas, que extiende
la alfombra de la vertebración, dentro de un contraste en el que todo tiene
una orientación coordinada. Su intención es concentrar su visión avanzada,
mostrando una diversidad de complejas estructuras, alimentadas por formas,
desde el cuadrado al rectángulo, pasando por el triángulo, otras que son
poliédricas en los dos sentidos: uno, el que define su propia esencia y
otro por el hecho de que su conjunto formal crea la polis de las formas.
Dentro de la polis formal destaca el glamour, que es sensualidad, que se
entiende como auténtico motor de su discurso interior. Mientras que la
polis de la esencia es el gesto, el movimiento que va más allá de la
versatilidad propia de la energía.
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Ernesto de Oliveira. Obra. |
Existe la necesidad de potenciar el paradigma en su obra de creación, dado
que se nutre de lo complejo, de la ubicuidad, de la posibilidad de
establecer una teoría sustentada en el cambio continuo. De ahí que su obra
sea fresca y directa, pero, a la vez, trabajada y persistente. Es decir que
la dialéctica formal es el resultado de la perseverancia y la
transformación continúa, producto de su intención de superar barreras
estéticas, de alcanzar actitudes adjetivadas con el marchamo del compromiso
preciso.
No tiene dificultad para ver el camino, tampoco en seguirlo, encuadrando
todos los puntos fuertes de su pléyade plástica en su mente pictórica.
Pinta de memoria, empleando la honestidad de planteamientos, sintetizando,
eliminando todo aquello que no sea imprescindible, dentro de la gran
libertad formal que le caracteriza.
Su manera de trabajar es elegante, dado que busca la belleza, en el sentido
de seleccionar aquellas conjunciones matéricas y estructuras elaboradas con
gusto, prescindiendo de las desestructuraciones, de las disfunciones,
avanzando en el terreno de lo sublime, en los prolegómenos de la
resituación de la fantasía, de la historiación icónica de lo subliminal en
el aspecto intrínseco de la percepción de su trascendencia. Potencia una
visión de la geometría natural, distendida, sin ataduras, totalmente
interior, porque, en el fondo, es como plasmar su catarsis, el autorretrato
de su alma.
El fondo espiritual domina, en líneas generales, en su pintura, como si
fuera un acompañante fiel pero silencioso, mientras que la importancia de
la composición liderada por el color es esencia regeneradora, influyendo
aquí y allá, inoculando los vestigios de una nueva primavera.
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Ernesto de Oliveira. Obra. |
Color suave, gamas variadas, tonos elegantes, procurando entretejer una
estructura fiel a un discurso con guión alto. El color como fundamento de
la forma, como explicación de su desarrollo, como garantía de la propia
existencia, que forma parte del paisaje dentro de una esencialidad que no
se pierde nunca. El color como puerta de introducción al laberinto, dado
que conforma la forma y esta, a su vez, autorregula la composición. Como
resultado, hay un culto dinámico al diálogo de pasillos y pasadizos en toda
regla, construyendo mentalmente autopistas y calles, plazas y avenidas en
las que no hay más orden que el suyo, presentando una obra geométrica
caracterizada por la falta de contención y la expresividad vehiculada a
través de la suavidad de rasgos arquitectónicos. Se trata de indagar en la
verdad de la arquitectura geométrica, formada por estructuras que se nutren
de sentimientos, que se originan en la propia esencia de la mente, en el
sitio más insospechado del corazón, en la recóndita sugerencia de la propia
vitalidad que expresa la necesidad de vivir. No hay intención de ahondar en
el control, en la delimitación de lo formal, sino en saber entender donde
empieza y acaba el verdadero sentido de la libertad.
Elabora un discurso que posee, por sí mismo, diferentes planos, delimitando
el primero de ellos por colores suaves, sutiles, de tonos neutros, que
conforman la base. Se trata de formas cuadradas, rectangulares, o bien
irregulares, a veces conformadas a partir de los huecos que quedan al
juntar todo el conjunto de las otras formas. De ahí que el artista plantee
su discurso geométrico como resultado de la propia dinámica de las formas,
que genera otras nuevas.
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Ernesto de Oliveira. Obra. |
Toda forma genera su propio espacio y al unirla a otra o a un conjunto de
ellas, las zonas muertas presentan nuevos planteamientos o estructuras.
Cualquier tipo de materia genera esencia. Cada esencia es espacio y tiempo.
Si conjugamos la unión de formas contemplamos como generan nuevas
dimensiones, espectaculares laberintos, conformaciones tridimensionales,
grandes conjuntos de geometrías. No hay forma sin espacio y éste surge a
partir de la materia. El ying y el yang aparecen de nuevo para dar sentido
a la física y al arte, a la química y la ciencia.
Volviendo a su composición, hay una segunda línea de formas, que surge,
después de las del fondo, o a partir de las mismas, nutridas de colores más
intensos, que sustituyen la línea recta y el ángulo por el semicírculo, por
la curva como formulación elegante, como resultado de la dinámica
vibracional cromática.
De la línea a la curva, de la estructura al gesto energético, de la
biología al cosmos espiritual. El mundo, tal como lo conocemos, y la
sensibilidad como telón de fondo, como fundamento que nutre la verdadera
esencia de lo real. La geometría, cobra, a partir de ese momento, su
verdadera dimensión, que va más allá de la simple pertenencia a una base
estructural y se convierte en sentimiento puro.