El museo, hasta ayer o anteayer, fue la casa de las Musas. Las nueve hijas
de Zeus y de Memoria, protectoras de las artes y las ciencias, que tenían a
su cargo, nada más y nada menos, que la inspiración de los artistas. Pero
ya no habitamos el Olimpo y el museo es el lugar que guarda la memoria, el
legado del arte del pasado. Una de las nueve muchachas, Clío, es la musa de
la Historia. Será por ella que, en nuestro imaginario colectivo, con la
tutela de los dioses o sin ella, asociamos al Museo con el arte del pasado.
El pasado estuvo íntimamente vinculado al concepto de Museo. Solíamos
tildar de "pieza de museo", a lo que tenía valor y por lo tanto merecía
guardarse y recordarse. También, y con un sesgo despectivo, solimos llamar
del mismo modo a lo que sufría de esclerosis, falto de vida y movimiento,
incapaz de renovarse y por lo tanto confinado a ser "pieza de museo".
En las últimas décadas el concepto de Museo mudó de domicilio, como mudaron
las formas de exhibir y qué exhibir. Cada vez más cerca del espectáculo -
tan identidad de nuestros días - y porqué no, también muy cerca de las
leyes del mercado que rigen hoy nuestro atribulado paradigma, los museos
hoy han dejado de ser acumulativos para devenir explicativos, y han dejado
de exhibir el legado de un tiempo que no es, parea incluir lo que está vivo
y aflojale que colea.
El museo hoy conserva, luce, recrea una atmósfera, enseña, le da un sentido
a la memoria. Clío sonríe, se ha modernizado.
Hoy el museo está - ¿peligrosamente? - justo al lado del clima y los
intereses de una galería, no vende las obras que se exhiben, pero se abre a
la novedad, expone a artistas que están vivos y en pleno auge productivo.
Y...si un artista vivo es pieza de museo, el museo entonces está jugando su
ficha en el escaque del mercado. Si un artista vivo es también pieza de
museo, el ojo del coleccionista no tardará en hacer su selección y sacar su
billete del bolsillo. El museo hoy no sólo está con Clío, también la
inspiran otras musas, induce a jurados, a curadores, señala metas y
caminos, es también artífice de historia. Eme y eme; M y M; Museo y
mercado. Consciente o inconscientemente se confunden y se enlazan como dos
letras bordadas de un antiguo monograma. Hoy el museo se sube a la grupa
del tiempo que nos tocó protagonizar, y como bienales, galerías y centros
culturales, muestra el camino, no lo sigue.
La acción en el museo
"La Sociedad de los Artistas", la muestra que "muestra" y enseña pasajes de
la historia del arte de Rosario en el Museo Juan B. Castagnino, es por
cierto un ejemplo de curadoría y comisariato. Sonríe Clío, pero también
esboza una sonrisa quien puede ver consagrada en el museo, a la "bici" de
Traverso.
Fernando Atilio Traverso, el notable artista conceptual que concibió la bicicleta
como modo de dar testimonio de los desaparecidos rosarinos - que perdonen
las hormigas que no llegan ni al pedal de las bicis de las calles rosarinas
- está hoy estampado en los muros de un museo. Todo un giro epocal el que
convalida en la casa de las musas al arte de hoy, al que estamos
protagonizando.
Las bicicletas, cuyos dueños desaparecidos no volvieron a buscarlas,
estampadas en las calles de Rosario, son un sello inequívoco de la
intervención urbana y del arte conceptual de noble altura. ¿Cómo se hace
para mostrar la presencia de la ausencia? Enorme desafío de Alemania, de
Japón, de Argentina y tantos más, que debemos levantar más de un museo a la
memoria.
Hoy consagrada en el silencio y la quietud de los muros del museo,
la bicicleta de Traverso adquiere una dimensión distinta que la "bici" urbana,
lleva consigo la estirpe de haber quedado no sólo en la memoria colectiva,
sino en la historiografía, como el sello de una época en el arte, además
del sello de un dolor. Presencia de la ausencia, en el Museo.