De la misma forma que el latín se nutre y se enriquece -irremediablemente
al tomar contacto con los diversos dialectos- así también el canto
gregoriano (la forma musical reinante hasta el momento) toma de la música
popular elementos que lo transformarán cada vez más, para pasar de ser una
música que expresa bajo la forma de corales los sentimientos religiosos del
hombre a ser otra en que se manifiesta el sentir individual, tratando de
encontrar una manera de universalidad.
El largo y solemne período gregoriano pronto se fragmenta en frases cada
vez más breves y más perfectas de adaptar a la nuevas palabras romances,
que están ahora inmersas en un discurso extremadamente sencillo. Y de este
modo, el dilatado canto litúrgico -símbolo de la fe de la humanidad-, se
quiebra en mil episodios rápidamente concluyentes y superpuestos unos con
otros, reflejo tal vez de la variabilidad propias de los Hombres, y así,
las amplias vocalizaciones gregorianas, se transforman en sencillos y
rítmicos pasos de danza: la música se hace a la imagen del Hombre.
Nacen así los distintos géneros de la época, que se encuentran agrupados
según un mismo tema: las
alboradas, que tratan de amores ilegítimos
que son vigilados por el fiel amigo del amante; las
pastorales , que
discurren sobre temas del amor bucólico; las
canciones de hilanderas,
cuyo tema es la espera del amado lejano; los
serventesios, de
carácter social, moral o satírico; las
disputas, en las que dos
cantores se entreveran por amor.
Los dulces aires de la pastoral están llenos de sugerencias:
"junto a la fuentecilla encontré a una bella pastorcilla que lloraba amores: Dios
mío, ¿cuándo vendrá mi dulce amigo?
Piedad, piedad, dulce Marieta, no mates a tu dulce amigo..." "Dime, Marieta, ¿quieres ser mi amor?. No te
faltará una hermosa saya, y camisas de lino, y vestidos fruncidos, y mantos
tendrás si obtengo tu amor.
Piedad, piedad, dulce Marieta, no mates a tu
dulce amigo".
Así, el Hombre ya no es la criatura venida a la Tierra
con la misión de padecer todo tipos de sufrimientos para entonces ser
merecedor de la eterna paz, sino que ahora será tratado como un ser que
vive en el mundo, que está inmerso en él, y que como ser terrenal que es
será juzgado según sus obras.
Y toda esta transformación que se va operando durante estos años
repercutirá, de forma decisiva, en la música.