8 de Marzo, Día internacional de la mujer. Una fecha, un nombre. Una
historia que hay que volver a escribir. Pensarla nuevamente, como cualquier
historia.
Modernidad, ciudadano, individuo. Se estrenan nuevos valores de un mundo
que abre sus puertas con el Renacimiento. Y se estrena también un nuevo
concepto de sujeto. Pero ¿Cómo era? ¿Qué identidad le damos a ese "Sujeto"
individual del mundo Moderno e Ilustrado (así con mayúsculas)? Pues era
Hombre, Propietario y Blanco (así con mayúsculas). La mujer no era sujeto,
mucho menos, artista.
El arte como profesión
Hasta que los románticos rompieron las cadenas que ataban el arte al
público y al comitente, hasta que los románticos hicieron arte por el arte,
éste tenía los visos de una profesión respetable en el seno de cualquier
sociedad, en unas más celebrado que en otras. Había quien exaltaba al
genio, otras al trabajador. Hasta que los románticos decidieron pintar lo
que a ellos les dictaba el "estro" (la inspiración) o lo que se les venía
en gana, el ser artista había guardado el perfil de una profesión
respetable y necesaria para el juicio de la blanca e ilustrada
civilización. Hasta que la fotografía viene a liberar al arte de su
sumisión a la realidad, el artista fue un profesional. Hoy el artista, un
"bohemio" que cae en brazos de las musas, tiene que remontar varios ríos y
nadar contracorriente para merecer ese nombre: profesional. Y vaya
paradoja, cuando el arte dejó de guardar el sesgo de un bien preciado por
la sociedad, para pasar a los desvanes de la labor de un diletante
marginal, en ese momento, con el modernismo, accede la mujer al arte.
La mujer, objeto del arte
Pasemos revista: las obras más "universales" y celebradas del arte de
occidente (el único considerado "arte" por ese occidente que escribió la
historia), son representaciones femeninas. El "Busto de la Reina Nefertiti"
del Museo de Berlín; la "Venus de Milo" del Louvre; por supuesto
"La Gioconda"; las dos Majas de Goya y hasta las Meninas de "Las Meninas", son
mujeres. Podríamos decir también que la primer representación artística de
la que se tenga cuenta debe haber sido la talla de una figura femenina, a
juzgar por el legado de las "Venus" del Paleolítico Superior, allá en la
Prehistoria y en el frío Franco Cantábrico. Sí una mujer fue el primer
objeto del arte, y se la representará con senos enormes y el vientre
abultado de la fertilidad, sin rostro y sin extremidades, sólo apta para
dar a luz y traer miembros a la tribu ¿ Y cómo no adorarla si sangraba y
paría al cabo de nueve lunas, que tal vez no se llamarían lunas? Y hubo
diosas de uno y otro signo, plasmadas en la piedra, la arcilla o el papiro.
Se las pintó y esculpió una y otra vez, pero hasta que una joven italiana
Sofisbona Anguisola se registró como pintora en la corte española de Felipe
II, no queda registro de artista alguna produciendo arte y de este lado del
caballete. Recordemos que el "sujeto" es blanco, propietario y por supuesto
hombre ¿Cómo conceder a una mujer las dotes necesarias para la creación?
Claro que en la corte de don Felipe no se esperaba que Sofibona creara,
sólo era menester que copiara fielmente los rasgos del rey o de la reina. Y
así lo hizo, sólo los rostros, porque le estuvo proscrito estudiar anatomía
y por supuesto vedadísimo el estudio del desnudo que le permitiría plasmar
una pintura mitológica o religiosa de grupo o de cuerpo entero. Pero es la
primer mujer que registra la historia de un occidente blanco, como sujeto y
no objeto de la obra de arte.
Más tarde Artemisa Gentileschi, gracias a las bondades de un padre
"liberal", podrá asumir la maniera de Caravaggio, con el mismo talento que
cualquiera de sus compañeros de taller. Artemisa sí pudo estudiar sin
remilgos y demostró que el ser mujer no era un impedimento para ejercer el
rol de artista profesional, tan necesario en un tiempo en el que las únicas
imágenes creadas nacían de la obra de arte.
Una francesa, Adelaida Laville Ghiard, será pintora y maestra, y pondrá
énfasis en mostrarse y pintarse junto a sus alumnas, para mostrar cómo era
profesional del arte, pero también educadora. Seguramente el ser maestra -
algo permitido para una dama formal - maquillaba el escándalo que merecería
de haber sólo sentido el llamado de las musas.
Otra francesa, Elizabeth Vigée Lebrun, pintora de corte de Luis XVI, amiga
personal de la reina María Antonieta, desafió los prejuicios de su tiempo.
Fue artista en un tiempo en que una mujer sólo encontraba su destino con
una buena boda. Casó bien, pero fue la fortuna del marido y la suya propia
la que él se jugó sobre el tapete. Y la reina perdió su cabeza bajo el filo
del invento de Monsieu Gillotin, y Elizabeth debió vivir fuera de Francia
de la fama que construyó como retratista. Y viajó de corte en corte
retratando a los nobles, cortesanos y monarcas. La Revolución, primera en
asumir con cuentagotas que hubo mujeres en sus filas, y que el ciudadano
podía tener también el rostro de una mujer, perdonó a su hija pródiga y
Vigée Lebrun pudo regresar a su país natal. Fue madre también Elizabeth, y
se pintó con su hija Julie en dos célebres retratos que penden de las
paredes del Louvre y de los Oficios, mostrándose como madre, dentro del
perfil que la historia de entonces guardaba como destino excluyente para
una mujer. Y pintó maravillosamente Elizabeth y sus obras hoy penden de los
mejores museos del mundo, aunque su nombre se haya excluido de la mayor
parte de los volúmenes de historia. Porque la historia la escriben los que
ganan. Y será esa también la hora de los salones de las "ilustradas" en la
que la mujer presentaba en sociedad al poeta, el compositor, o el pintor
que era sin excepción, de género masculino.
El genio, como el ciudadano - y esto vale aún hoy que la mujer lleva un
siglo dentro de la historia oficial del arte - es propiedad del hombre, que
además tiene que ser blanco.
La mujer, sujeto creador
Habrá que esperar a la Revolución Industrial, al ascenso de la burguesía y
al propio ascenso de la mujer al trabajo rural y fabril así como al
imaginario colectivo, para que aparezcan las primeras mujeres que hagan un
arte "innecesario" (porque ya no era retrato, alegoría o historia) como era
el Impresionismo. Berthe Morisot, Mary Cassat, y la escultora Camille
Claudel asumieron sus roles de mujeres que crearon a la par de sus colegas.
Claro que su nombre se asocia aún al de un maestro, y Morisot es cuñada de
Manet, Cassat amante de Degas y Claudel hermana de Paul y la desgraciada
enamorada de Rodin. Pero pintaron, modelaron y tallaron. Caso singular
nuestra Lola Mora, mujer criticada y acusada por el naciente movimiento
feminista nacional de usar sus vínculos con el poder (masculino) para
conseguir los encargos para sus mármoles. Cualquier rosarino conoce el
olvido y deterioro de sus mármoles para un primer Monumento a la Bandera,
cancelado cuando su nombre fue arrastrado con el de Roca o Avellaneda y sus
mármoles arrancados del flamante Palacio del Congreso Nacional. Hemos
debido esperar casi un siglo para ver las tallas de Mora lucir en el
Monumento que lleva la firma de Guido y de Bustillo. Y me pregunto ¿Quién
tira la primera piedra? ¿Qué escultor - llámese Miguel Angel, Bernin o
Rodin - no hizo uso del poder para recibir encargos monumentales?
El desnudo
Pero hagamos un paréntesis antes de permitir a la mujer entrar por la
puerta grande del arte del siglo XX y lo que va del XXI. Hablemos un poco
del desnudo. Es un género pictórico, con la legitimidad con que lo es el
paisaje, la naturaleza muerta o el bodegón. Si unas frutas y un mantel
pueden ser el tema de una pintura, una mujer desnuda también, aunque
difícilmente se pusiera en ese lugar al hombre porque su belleza no era
ideal. ¿Pero porqué no se multiplicó el físico de Adonis como sí el de la
Diosa Venus? En un tiempo en el que la mujer iba vestida de pies a cabeza y
era impudor mostrar hasta un tobillo, la pintura se permitió exhibir a
señoritas en carnes luciendo sobre un diván o paraditas en el medio de un
salón. Claro hay que bautizarlas Venus para no irritar a la censura, y
hasta el singular Francisco Goya debió urdir un sistema de cremalleras para
que Godoy pudiera exhibir su Maja desnuda debajo de la vestida. Pensemos un
poco: si hacemos omisión de la aurática tela, del pincel, del atril y del
oficio de pintor, estas señoritas luciendo sus redondeces (exquisitas
algunas de ellas como la Venus del Espejo de Velázquez de la National
Gallery de Londres o "La siesta" de nuestro Prilidiano Pueyrredón) ¿No
podrían ser la página central de la marginal Playboy? Si les quitamos el
aura que le provee su identidad de "obra de arte" queda en ellas sólo una
mujer calata, como diría un peruano. Pero el aura del arte es el aura del
arte y las jóvenes son admiradas, y con razón, en los más canónicos
museos.
Y llega otro provocador, el francés Courbet que osó pintar el desnudo
masculino y para un mismo conspicuo cliente pintó "La siesta", en la que
dos bellas jovencitas dan la idea de hacer algo más que dormir en una cama.
"El Origen del mundo" pintura que hoy luce orgullosa el parisino Museo de
Orsay fue escondida de la vista del público hasta 1951. Courbet debe haber
dicho ¿Quieren ver a una mujer desnuda? Pues llevemos esto a su máxima
expresión, y allí está la joven que sólo muestra las partes pudendas como
si dentro del confín del marco se viese una vista que bien podría llamarse:
visita al médico especialista de la zonas erógenas de la diosa Venus. Pero
la llamó "origen del mundo" y entonces es una alegoría, no una pintura de
visos pornográficos como bien la podríamos adjetivar hoy, si le quitamos el
aura que le concede el arte, la historia, el pincel y lugar en el Orsay.
Y Courbet llegó quizá al máximo grado de la desnudez - sin maquillaje - en
la pintura tradicional e histórica, como hoy la fotógrafa Rineke Dijkstra
lo hace con su lente o Vanessa Beecroft cuando instala conjuntos de mujeres
semidesnudas vivas, como obra de arte.
Pero fueron Degas y Toulouse Lautrec los que encontraron el entorno natural
para un desnudo, mostrando a sus mujeres en la intimidad del baño. Genio el
de Eduardo Sívori cuando en su "El Despertar de la Criada" (verdadera joya
del MNBA), muestra a la criada que se viste en la soledad y la humedad de
un cuarto, mientras es espiada por el ojo de la cerradura. No es un desnudo
más el de nuestro maestro, desnuda a la criada, pero desnuda cómo hasta
bien entrado el siglo XX, los "señoritos" se iniciaban en su sexualidad con
la criada que veían tras los cerrojos. Desafiante un Rodin que "desnudó" al
público, como su par Gustav Klimt, a la mujer como parte de un encuentro
sexual, sin que los protagonistas fueran necesariamente Marte y Venus.
Sujeto y par
El ingreso al modernismo no le fue fácil a una mujer sobre la que
gravitaban aún más de un prejuicio. Entre la vanguardia rusa se inscribe
el nombre de una mujer: Natalia Goncharova. Y los nombres de Tamara
Lempicka, Sonia Delaunay o Barbara Hepworth, son parte del despertar del
movimiento moderno, como Luoise Nevelson, Goergia O'Keeffe, Niki de Saint
Phalle o Bridget Riley lo son más tarde. Recordemos que en los albores del
modernismo argentino, Norah Borges, hermana de Jorge Luis Borges, dejó su
carrera de artista profesional por consagrarse a su familia y matrimonio,
cosa que nunca le perdonó el poeta.
También acceden al arte mujeres que son pareja de algún artista: Yente y
Del Prete; Raquel Forner y Alfredo Bigatti (autor de las esculturas del
Monumento a la Bandera junto con el maestro Fioravanti); Sonia y Roberto
Delaunay; Frida Khalo, más celebrada que sus ignoradas contemporáneas
Remedios Varo o Leonora Carrington, y Diego Rivera; Lee Krasner y Jackson
Pollock.
Y entrados a la posmodernidad y a lo que Arthur Danto llama "el arte
después del fin del arte", la mujer se equipara como en todos las otras
profesiones, a la actividad del hombre. Imposible, como limitativo y
tedioso sería hacer una nómina de las artista contemporáneas. Baste tener
en cuenta que en los cuatro nuevos murales que se sumaron a los históricos
de las Galerías Pacífico, está la firma de Josefina Robirosa, así como el
premio que la rosarina Graciela Sacco obtuvo en el 2003, como la artista
del año otorgado por la Asociación de Artistas Plásticos, o el lugar que
ocupa Nicola Constantino en el Olimpo de los plásticos contemporáneos,
bastan para darnos cuenta que has recorrido un largo camino, muchacha, pero
has sabido llegar.
...Y sin embargo, Genios con mayúsculas (como Kandinsky, Klee, Matisse,
Picasso, Ducahmp, Dalí, Miró, Pollock o Warhol)... son sólo hombres en la
historia oficial de la historia de las artes, y ayer nomás, cuando se
celebró y festejó la inauguración de las "Puertas" en el Central Park
neoyorquino, casi todos los medios registraron las naranjas "Gates" como
una esperada obra (proyectada en 1994) del artista Crhisto Javacheff...
cuando los autores de éste como de otras intervenciones textiles que los
hicieron célebres, son de la pareja formada por Christo y Jeanne Claude,
tal como ellos firman todo lo que hacen...
¿Será quizá que seguimos contando la misma historia?
El tiempo que protagonizamos, en el que el sujeto posmoderno ha sido
deconstruido, seamos las mujeres las que debamos erigir en el imaginario
colectivo, el lugar donde queremos que nos recuerde otra historia.