Amplia es la gama de profesionales que utilizan la tecnología digital
aplicada al arte. Si bien algunos de ellos son expertos, los caminos del
conocimiento de esta tecnología se bifurcan de tal manera, que son pocos
los que pueden tener una idea precisa de las múltiples facetas posibles.
Como en otros ámbitos, se debe elegir cantidad o calidad de conocimientos
y/o experiencias: lo abarcativo o lo específico. Mi propuesta no pretende
jerarquizar a priori ni un aspecto ni el otro. La intención principal de
este texto es facilitar, a través de algunas consideraciones simples, la
construcción de un puente de reflexión entre teoría y práctica.
Una de las particularidades que resultan sumamente útiles cuando se realiza
arte mediante la tecnología digital y que se aplica tanto a imágenes
propias introducidas para ser procesadas o directamente a imágenes creadas
a través de la computadora, es la posibilidad de repetir la obra, verla en
distintos estadios, elegir regresar a una etapa anterior si la decisión
posterior no fue la deseada. Este accionar por demás simple y cotidiano
entre quienes realizamos este trabajo hubiera sido impensable con otras
técnicas tradicionales: recordemos, por ejemplo, el resultado de una
pincelada demás infiltrada en una acuarela...
La consecuencia básica al utilizar la tecnología digital, probablemente sea
que podemos repetir nuestra imagen tantas veces como opciones de
modificación se nos ocurran y luego escoger, aún cuando la elección recaiga
en una de las primeras imágenes trabajadas, sin que esto signifique falta
de prolijidad o necesidad de reiniciar todo. Si cotejamos esta experiencia
particular con las presentaciones o exhibiciones más recientes y aún más
con las consideraciones sobre la cultura visual digital
1, coincidentemente
el común denominador es la repetición: o bien como paso intermedio durante
el procesamiento del trabajo o como resultado definitivo. La idea de
repetición resulta fundamental para comprender el arte de fines del siglo
XX en adelante, ya en 1973 Walter Benjamin hablaba de la reproductibilidad.
Pero a la reproducción cuantitativa se suma ahora el hecho de producir
mutaciones con importantes efectos cualitativos; y uno de los síntomas de
ese proceso es el del surgimiento de nuevos tipos y niveles de repetición,
cada vez más intrincados y sorprendentes.
Ahora, evitando justificaciones innecesarias, los invito a hacer "zapping"
-habilidad ya encarnada, si las hay, desde la aparición de
la cultura digital- para abordar el tema del soporte en arte.
El soporte, salvo excepciones, ha sido sustento material de la obra de arte
durante casi toda la historia. Si nos referimos específicamente a arte
digital el campo se expande ampliamente y el nuevo límite es únicamente la
imaginación: ya no sólo la bidimensión es factible sobre la más amplia
variedad de materiales -papeles, plásticos, transparencias, cartones
montados, metal, vidrio, maderas, telas naturales o vinílicas, etc., sino
que esta tecnología avanza sobre la tridimensión y los soportes reales y
virtuales. Back lights, pantallas de monitor, proyección
bi o tridimensional sobre espacios arquitectónicos o naturales, hologramas,
iluminación digitalizada y sus efectos son soportes que permiten
ejemplificar el abanico de posibilidades existentes e inferir las que
vendrán.
Por último -dejando por un momento el clima de entusiasmo que suele
provocarnos trabajar y reflexionar sobre esta tecnología-, sintonizándonos
en nuestro contexto nacional y como cada cara tiene su anverso, es
absolutamente cierto que nuestro país cuenta con un desarrollo de la
tecnología digital y más específicamente al arte digital atribuible casi
exclusivamente al ingenio y la capacidad humanos. Sabemos que en un país en
el cual las bibliotecas no tienen libros actualizados sobre el tema por
falta de presupuesto y el hardware y el software cotizan en moneda
extranjera, no es fácil lograr el desarrollo de estas actividades a escala
popular. El contexto argentino actual no está facilitando este tipo de
manifestaciones. De alguna manera el desarrollo tecnológico sobrevive
gracias al efecto inercia que conllevan los emprendimientos y al esfuerzo
de muchos artistas. La decisión de prosperidad de estas "nuevas" artes está
una vez más en manos ajenas. Sólo desde el futuro se podría responder
sobre la evolución local de la fotografía, el arte digital y las
consecuentes relaciones, surgidos todos para quedarse, indudablemente, en
el ámbito artístico internacional. Todavía no se puede inferir si la
respuesta artística a este contexto nacional pasará por las nuevas o las
viejas técnicas, tampoco si será una suave brisa o un huracán explosivo,
sólo es un hecho fehaciente que la creatividad de los argentinos está viva
y lo seguirá estando.
Bibliografía:
- Andrew Darley, Cultura Visual Digital. Editorial Paidós 2002
- Paul Virilio, El Cibermundo, la política de lo peor. Editorial Cátedra, colección Teorema. Madrid 1997
- Paul Virilio, La carrera suicida del tiempo. Primer Plano, 26 de mayo de 1996
- Walter Benjamín, Discursos interrumpidos I. Editorial Taurus, Buenos Aires, 1989
- Jorge Fernandez Chiti, Diccionario de Estética de las Artes Plásticas. Ediciones Condorhuasi, Buenos Aires, 2003
- Jorgelina Hazebrouck, Artículo: Nuevas Artes. Periódico Arte al Día, Julio 2002
- Fermín Fèvre. Artículo: Exitismo. Periódico Arte al Día, Julio de 2003
Nota:
Este artículo fue seleccionado para el SIGRADI 2003, con la calificación de
7 puntos y con los siguientes comentarios del jurado:
- "El trabajo presentado de una importante relevancia en el medio digital, particularmente cuando cotidianamente podemos observar el posicionamiento que estas alcanzando estas propuestas como formas de expresión artísticas."
- "Hace foco en un campo interesante para la reflexión, abriendo variables que pueden ser un desarrollo cada una en sí misma"
Por razones estrictamente personales de la autora no fue presentado en ese
seminario internacional.