Al abrir cada día una marquilla de cigarrillos la estampilla con la efigie de la República allí impresa quedaba partida. El "ver" otra República partida, que no era imagen, era mi patria, un día de marzo, me hizo dar cuenta de esa fragmentación, fue a partir de esa toma de conciencia de cómo se veía objetivizado un sentimiento en imagen, que concebí ese Oíd Mortales. Darme cuenta de que cada pequeña estampilla mostraba las esquirlas de la República rota, dio vida a ¡Oíd Mortales!, con el sonido de los cacerolazos como percución de fondo
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